Las inversiones en tecnología en general, y en particular en Tecnología de Información (TI) solo tienen sentido si agregan valor. El valor se mide como la diferencia entre los costos y los beneficios.
Durante décadas, la TI se vendió a base de beneficios intangibles, (y por tanto inmedibles) que llegaron a superar a la razón durante la burbuja bursátil a finales del siglo XX. La exhuberancia irracional llevó en muchas ocasiones a inversiones que nunca se recobrarían.
El reventón de la burbuja llevó a muchos al otro extremo: recortar las inversiones en tecnología al punto de incapacitar a la organización. La mayoría de los directores de tecnología nos dicen que hay que invertir "la cantidad necesaria", pero nunca sabremos qué hubiera sucedido si la inversión hubiera sido diferente.
Las organizaciones responsables y maduras tienen un esquema de gobierno de la tecnología, IT governance, que inicia con una justificación financiera de cada proyecto, ya sea que se utilice el retorno sobre la inversión, el valor presente neto, el valor económico agregado o cualquier otro método, pero siempre el mismo.
Los proyectos no deben ser presentados ni financiados por el departamento de TI, le corresponde a las áreas del negocio.
Quienes presentan los proyectos, justificados con un futuro beneficio, rendirán cuentas sobre si se alcanzaron o no. El departamento de TI es solo un proveedor interno de servicios y asesorías.
Por lo general también hay un comité que escoge, entre todos los proyectos que presentan, cuales se deben ejecutar cada año y evalúa si los beneficios esperados son alcanzables y decide continuar o cancelar cada proyecto.
Ejecutar los proyectos de las áreas que más grita o los proyectos que ofrecen mayores beneficios que nunca serán medidos son la mejor manera de no obtener el valor de la tecnología. Los proveedores de tecnología se deben preocupar porque sus clientes obtengan valor, de lo contrario perderán a sus clientes.
Artículo publicado en el periódico La Nación
