Lujo injustificado

Julio 31, 2002 - Publicaciones

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Para los trabajadores de oficina, estar todos los días en un cubículo representa, creo, un lujo injustificado, por la posibilidad de hacer gran parte del trabajo en casa o desde un centro regional. El tiempo, costo y daño ambiental de los viajes, y la idea primitiva de medir el trabajo por presencia y no por resultados, son hoy injustificables.

Cuando se rebaja a los trabajadores a recursos en vez de seres humanos, dejan de pensar, pierden tiempo y dinero viajando, a cambio de una vida ordenada, en la que un jefe les dice qué deben hacer y cuándo. Trabajar en casa o en un centro regional no estructurado exige disciplina y responsabilidad. Cuando el trabajo no se mide por presencia en el puesto de trabajo, cuando el concepto de puesto pierde sentido, cuando la continuidad depende solo de resultados, el trabajador debe asumir la responsabilidad de su destino. Obviamente, es mucho más difícil ser un ser que un recurso, pero también es mucho más satisfactorio, agradable y productivo.

¡A pensar! Ahora, en un ambiente de globalización económica, cuando estamos entrando en una etapa de hipercompetitividad, la opción fácil de organizarnos como abejas no pensantes es un lujo injustificable, sobre todo si contamos con una población educada, creativa y con ganas de superación.

En tiempos económicos tan difíciles como los actuales, hacer lo mismo que han hecho otros (10 años antes) carece todavía más de sentido. Pretender el desarrollo a base de puro esfuerzo tampoco tiene sentido, ya que somos muy pocos y, aunque fuéramos muchos, obtener el desarrollo a cambio de la calidad de vida sería una pésima herencia para nuestros descendientes (tan mala como la deuda pública).

Despilfarro. La viajadera diaria de los trabajadores de oficina es un despilfarro. Lo interesante de atacarlo es que el ahorro potencial trae un importante efecto multiplicativo económico y humano. Si en Costa Rica los trabajadores de oficina redujeran la viajadera en un 70 por ciento (posible con la tecnología actual), los beneficios serían mucho mayores que el ahorro en la cuenta de combustible y en contaminación ambiental. El beneficio para la vida familiar producto del ahorro del tiempo que se pierde viajando, el beneficio de la productividad nacional resultado de la medición por resultados (la eliminación del nefasto reloj marcador) y el beneficio en el cambio de actitud tanto de patronos como de empleados y sindicatos producto de considerar a la gente como seres y no como recursos son la razón que nos debería mover en esta dirección.

Claro que este enfoque tiene enemigos. Los más importantes no son los que viven de la venta de combustibles sino los que quieren seguir disfrutando de un lujo que no podemos costear, los que temen la medición por resultados. Pero tal vez los más peligrosos son los patronos y sindicatos que prefieren empleados (recursos humanos) estresados y amaestrados en lugar de empleados (seres humanos) felices.

Artículo publicado en el periódico La Nación