Tropiezos

Agosto 30, 2009 - Publicaciones

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Deseo comentar el editorial de La Nación del pasado 19 de agosto, titulado “Tropiezos informáticos”. Este editorial se refiere a la cadena de compras fallidas de sistemas informáticos en el Estado, la cual califica como problema nacional.

El editorial menciona los miles de millones de colones que se han despilfarrado a través de los años en estas compras fallidas, pero no intenta cuantificar los costos de los problemas no resueltos y de las ineficiencias subsiguientes. Para mí es obvio que no contar con los sistemas informáticos requeridos representa un costo mucho mayor que los montos despilfarrados. O sea, el problema es mucho mayor de lo que aparenta, ya que no solo se despilfarran los dineros, sino que además se quedan sin los beneficios esperados (los cuales siempre deben ser mayores que el costo de los sistemas).

Cuello de botella. Ante la conclusión del editorial: “El país requiere de una agencia administradora de la tecnología del Estado, así como en Estados Unidos existe la figura del Chief Information Officer, a cuyo cargo está la inversión de unos $85.000 millones anuales en este rubro”; un amigo que se caracteriza por ser inteligente, prudente y razonable, preguntó si esta propuesta no vendría a crear un zar de la tecnología que vendría a entrabar todavía más los procesos ya engorrosos de adquisición de tecnología.

La posibilidad de crear una instancia burocrática que implementa un perfecto cuello de botella, es, ciertamente, una posibilidad en este país de Dios. La administración de la tecnología es demasiado importante para ser dejada en manos de tecnólogos. Bien lo ha dicho Guy de Teramond, una mala decisión tecnológica puede atrasar un país 20 ó 30 años. La figura del Chief Information Officer (CIO) ha sido muy exitosa tanto en organizaciones públicas como privadas. El (o la) CIO es una persona de nivel ejecutivo, con profundo conocimiento de los problemas, necesidades y estrategias de la organización, que forzosamente debe reportar al más alto nivel.

30 años de problemas. Cuando el responsable de las decisiones tecnológicas no reporta al más alto nivel, empiezan los problemas. El Estado costarricense tiene más de 30 años de sufrir estos problemas; los jerarcas de las instituciones no quieren saber de los problemas informáticos, se asesoran como mejor pueden y delegan las decisiones en funcionarios obviamente no preparados para asumir la responsabilidad. Si a esto sumamos la imposibilidad crónica de coordinar interinstitucionalmente cualquier cosa, terminamos con una ensalada de tecnologías y sistemas, con pocas probabilidades de funcionar como debieran.

Considero la sugerencia del editorialista muy acertada, debido a la necesidad de que los sistemas de todas las instituciones interactúen, de manera transparente y eficiente, entre sí. Tiene que haber una autoridad central que dicte normas y estándares para la adquisición, desarrollo, operación y control de la tecnología. El Estado, al igual que cualquier otra organización, debe contar con una estrategia informática; la carencia de autoridad y estrategia han llevado a las instituciones del Estado a tomar decisiones erradas. Las decisiones de tecnología deben contar con un adecuado cuadro de gobernabilidad ( governance ). Es injusto delegar a un técnico, de tercer o cuarto nivel, las decisiones, no solo cuantiosas, sino, también, vitales para el futuro de las instituciones.

Ejemplos exitosos. Ejemplos exitosos abundan; Estados Unidos no solo tiene un CIO para todo el Gobierno, sino que además cada agencia estatal debe contar con un CIO (los cuales se coordinan en el Consejo de CIO).

Singapur cuenta con un CIO para todo el Estado y, adicionalmente, todos los CIO de las instituciones reportan directamente al CIO del Estado.

Mucho más importante que tratar de legislar acerca del tipo de software o hardware que debe, o no, adquirir el Estado, es dotar al Estado de una estructura de gobernabilidad de la tecnología, que obligue a tomar decisiones razonadas, razonables y coherentes entre sí. Debe, además, resistirse la tentación de recargar esta función en alguna de las instituciones actuales ya que se derrotaría el propósito de elevar las decisiones tecnológicas al más alto nivel, a menos que, se desvista otro santo.

Artículo publicado en el periódico La Nación