Hoy es muy difícil encontrar una organización que no tenga activos a los que no se les puede poner una placa con un número. Es más, muchos de estos activos ni siquiera aparecen en libros como tales, ya que con frecuencia su adquisición se contabiliza como gasto. El típico activo suave es el software.
Cuando se compra un software, a veces se registra como un activo y se procede a depreciarlo (lo más rápido que permita Tributación Directa). En muchas otras ocasiones, el personal de la organización escribe el software, caso en el cual usualmente no se registra el activo, aunque los salarios son un gasto. Independientemente de cómo se contabilice, el software es un activo productivo. Comprado o escrito, tiene funcionalidad que agrega valor a uno o más procesos de la organización.
Depreciación. Ahora bien, si el software no contiene materiales que se deterioren, ¿por qué lo depreciamos? Lo que sucede es que sufre de obsolescencia, igual o peor que el hardware. Si bien no se deteriora, su utilidad si se reduce con el tiempo ya que los requerimientos cambian (cada vez más rápido) y las habilidades de modificación del software son limitadas, en el mejor de los casos.
Comúnmente, una organización invierte cantidades muy importantes en sistemas que soporten la operación. El soporte eficiente y efectivo de las operaciones de una organización depende de cuán bien se hayan escrito las "reglas del negocio" en el software. Este proceso normalmente toma años de modificaciones y refinamientos (para no mencionar la corrección de errores o "pulgas"). Por eso, al cabo de los años los sistemas de software contienen gran cantidad de conocimiento, que es el activo más suave de todos y el peor contabilizado.
Deterioro. Dependiendo de la tecnología de software utilizada, de la disponibilidad de personal capacitado y de la posibilidad de adaptar continuamente el sistema a los requerimientos de la empresa, la utilidad del software se deteriora con el tiempo. Como el valor en libros del software es usualmente cero, cada cierto tiempo las organizaciones deciden cambiar de tecnología y, efectivamente, botan todo el conocimiento incluido en software y vuelven a empezar (ahora con un paquete y con la intención de "adaptar la organización al paquete").
¡Ah!, pero ahora resulta que los paquetes no eran la pomada canaria. Los requerimientos siguen cambiando, no todo es parametrizable, los paquetes nunca son de última tecnología y, si fuera poco, la gente que brinda el soporte al paquete a menudo está en otro continente y habla otro idioma. No queda claro si el paquete es el software o el negocio (de compra e instalación del paquete).
En el Club de Investigación Tecnológica consideramos necesario desarrollar entendimiento claro acerca del valor real de los activos suaves. El conocimiento en general y el software en particular deben ser debidamente valuados y contabilizados ya que esto condicionará las decisiones que hoy se toman sin considerar el verdadero valor de los activos suaves.
Artículo publicado en el periódico La Nación