Siempre es bueno tener alternativas. La libertad es mucho más que ausencia de esclavitud y opresión, presupone alternativas ya que, sin ellas, no hay escogencia. Si no podemos escoger, somos esclavos (de la situación, de la circunstancia o del monopolio).
Intuitivamente uno piensa que cuantas más alternativas, mejor. ¿Será cierto que cuantas más opciones, mayor libertad, o que cuanta más libertad mayor felicidad? Los opositores a la globalización, los defensores de los monopolios y los proponentes de tecnologías propietarias, todos parecen responder "no" a estas preguntas.
Cuando tenemos que evaluar alternativas, siempre hay incertidumbre y ansiedad. Por más que queramos que la vida sea una secuencia de eventos aleatorios independientes entre sí, la realidad se obstina en demostrarnos toda suerte de dependencias. No podemos tapar la causalidad con un dedo. Es innegable que ciertas alternativas, al ser escogidas, tienen consecuencias de vasto alcance.
Severa limitación. Por ejemplo: cuando una empresa escoge invertir en tecnologías propietarias, ata su futuro al desarrollo de esas tecnologías y limita severamente las alternativas futuras. Ahora bien, ¿es posible justificar la eliminación de algunas opciones?, ¿hacerlo sin restringir la libertad?, ¿será razonable prohibir todas las opciones que restringen alternativas futuras?
Sigo creyendo que cuantas más alternativas, mejor. Eliminar las que restringen opciones futuras equivale a aumentar su número. Por ejemplo, si el Estado prohibiera la compra de tecnologías propietarias, garantizaría la disponibilidad de alternativas tecnológicas para siempre.
Para mí está claro que, en el futuro previsible, las estrategias ganadoras (para países, empresas y personas) serán las que permitan cambios rápidos, drásticos y continuos. Michael Raynor lo llama flexibilidad estratégica. Deben rechazarse las estrategias de corto plazo que restringen alternativas a mediano plazo.
Siempre debemos buscar más alternativas. La mayoría de las malas decisiones se toman sin analizar todas las opciones. Hacer grandes inversiones en tecnologías propietarias porque los demás lo están haciendo es una estupidez.
Sistemas abiertos. Hace 10 ó 12 años apareció el concepto de los "Sistemas abiertos", tecnologías basadas en estándares públicos tendientes a eliminar la dependencia de equipos y proveedores específicos. La acogida fue tan amplia que hizo tambalear a la empresa de tecnología más grande del mundo. Hoy, esa empresa se ha reinventado, sigue siendo la más grande (por mucho) y es la mayor defensora de los sistemas abiertos; es una de las principales fuerzas detrás de Linux y el concepto de Open source (software cuyo código fuente es abierto, publicado, de manera que –como Internet– no tiene dueño).
Las locuras del año 2000 (Y2K) y de la burbuja de Internet (deseos de hacerse ricos al instante con comercio electrónico) han sido una gran distracción. En los últimos años se han invertido enormes cantidades en sistemas propietarios, ya no en equipos de tecnología propietaria, sino en software de tecnología propietaria, que genera dependencia (a veces absoluta) del proveedor, aunque no sea monopolio.
En el Club de Investigación Tecnológica, por años, hemos estudiado y discutido los beneficios y problemas de los sistemas abiertos. Conforme las tecnologías han ido madurando, se ha hecho cada vez más factible contar con infraestructuras tecnológicas que no generen dependencia de proveedores (de hardware, software o servicios). El problema es que muy pocas instalaciones están empezando de cero; la gran mayoría sufren dependencias.
La ruta hacia la flexibilidad estratégica de tecnologías no es obvia, no siempre se analizan todas las alternativas. Por ejemplo, la conversión automática del software es una opción muy real que casi nunca se analiza.
Artículo publicado en el periódico La Nación