Aprovechar o desperdiciar

mayo 13, 2001 - Publicaciones

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Más de cien años de democracia, más de cincuenta años sin ejército, elevado nivel de alfabetismo, poca mortalidad infantil, clima casi perfecto, gente amistosa y preciosos paisajes.

Capacidad desorganizativa, falta de recursos, incapacidad futbolística, impuntualidad generalizada, serruchamiento de pisos, inestabilidad sísmica, monopolismo crónico, dificultad de focalización, resignación improductiva.

¿Cuáles son las características que mejor describen a Costa Rica?

Demasiada tela que cortar. Será que me estoy haciendo viejo, pero siento que ya no hay tiempo para filosofar. El futuro se nos viene encima como una avalancha de cambios, las opciones son cada vez menos y el lastre que acarreamos, cada vez mayor.

Todas las tierras son tierras de contrastes. El mundo y la vida están hechos de contrastes. Se me ocurre que tal vez los contrastes no son ni buenos ni malos; es más, ni siquiera son importantes. Es muy posible que la diferencia entre el éxito y el fracaso sea la capacidad de aprovechar y de no desperdiciar.

¿Qué es lo más importante para aprovechar y para no desperdiciar? El tiempo y los recursos son sin duda muy importantes. Aprovechar el tiempo y los recursos es un deber innegable. Perder el tiempo (o, peor aún, hacer a otros perderlo) y desperdiciar recursos (por ejemplo, contaminando el ambiente) son conductas sicopáticas imperdonables. Es, sin embargo, más fácil matar a todos los gigantes difrazados de molino, que cambiar a los miles de tarados que se dedican a hacernos perder el tiempo y a contaminar el ambiente.

Oportunidades. Yo les apuesto a las oportunidades, apuesto a que el secreto del éxito es aprovechar oportunidades. Algunas oportunidades son claras como el agua, otras requieren de visión y talento para ser identificadas. Una vez identificada la oportunidad, lo más fácil es, sin embargo, desperdiciarla. Sobre todo con una larga historia de desperdicio de oportunidades. El problema es que solo sabemos el resultado de las oportunidades que aprovechamos, nunca sabremos el costo de las que desperdiciamos.

Un botón. El impacto de la tecnología sobre la economía. La importancia de la tecnología ya no es majadería de gente como yo que no encuentra nada mejor de qué hablar. La tecnología está cambiando la economía mundial. La carnicería bursátil del último año ($4,6 billones [doce ceros] desaparecieron del mercado de valores) es solo una muestra de los cambios aún por venir.

La oportunidad que la tecnología de información presenta a un país como Costa Rica, para mí es clara como el agua. Una alternativa es, por supuesto, quejarnos del monopolio de las telecomunicaciones, de la falta de tamaño y la falta de cacao (para hacer el chocolate) y concluir que lo único que podemos hacer es copiar lo que hacen otros países y, dada la perenne falta de agilidad, quedar cada vez más rezagados mientras nos tropezamos con las mismas piedras con que han tropezado los demás.

A mí me parece mucho más atractiva la alternativa de aprovechar la falta de tamaño e incluso el monopolio de las telecomunicaciones para hacer algo diferente. Aprovechar la visión tecnológica del ministro De Téramond. Aprovechar la iniciativa de Correo Electrónico Gratuito (que yo sepa, única en el mundo). Aprovechar el hecho de que el ICE no tiene que comprar espectro para ofrecer telefonía inalámbrica de tercera generación. Aprovechar el reducido tamaño del país para implementar planes pilotos (de amplia cobertura nacional) con servicios novedosos basados en transmisión inalámbrica de datos a altas velocidades, servicios basados en reconocimiento de voz, servicios basados en la ubicación del usuario, etc., etc. la imaginación es el límite.

¿De dónde sale el cacao para tanta belleza? Elemental, mi querido Watson. Planes pilotos con tecnologías de punta son muy difíciles y caros de conducir en otros lugares. Las tecnologías (aplicaciones) que resulten exitosas en los planes pilotos producirán réditos obscenos en el mercado global. Los proveedores de tecnologías se van a tropezar los unos con los otros para ofrecer el cacao.

Artículo publicado en el periódico La Nación