Asignación de prioridades

Febrero 5, 2010 - Publicaciones

Compartir

Estamos en plena temporada de estrategias, iniciativas, planes, proyectos y agendas. Antes que entre el nuevo Gobierno, docenas de gremios y grupos de intereses compartidos, preparan y presentan a los próximos gobernantes, su versión de lo que deberían ser las prioridades para los próximos cuatro años.

Debe, sin duda, ser muy difícil escuchar y asignar prioridades a tantos planes y proyectos. Todos bien articulados y presentados, todos meritorios. Todas las iniciativas tienen un costo, un nivel de riesgo asociado, y un impacto esperado. Las estimaciones de costo, riesgo e impacto presentan, sin embargo, grandes niveles de incertidumbre (aunque todos las presentan como precisas).

En el caso de Costa Rica, es claro que nuestra capacidad de planificar e imaginar soluciones sobrepasa, por mucho, nuestra capacidad de ejecución. El secreto es, saber escoger los proyectos de menor costo, mayor impacto y menor riesgo – más fácil decirlo que hacerlo.

Contra la incertidumbre. Intentar eliminar la incertidumbre con análisis exhaustivo es, sin duda, el camino erróneo ya que el tiempo apremia y mucha de la incertidumbre es inherente a las propuestas novedosas. Este es un problema clásico de asignación de recursos donde las variables costo, impacto y riesgo presentan grandes incertidumbres en su medición. Tal es el caso de la medición del impacto de iniciativas cuyo resultado es necesario e indispensable para poder considerar otras iniciativas. Por ejemplo, nada hacemos con un excelente puerto, si no tenemos carreteras y/o ferrocarriles para llevar y traer los productos al puerto. Un ejemplo menos obvio es la imposibilidad de contar con expedientes médicos electrónicos, por más equipos y programas que se tengan, si no se cuenta con una red de comunicaciones adecuada. Podemos decir que este tipo de iniciativas tienen un impacto muy alto, pero indirecto, o que tienen un costo de oportunidad muy elevado.

Otro ejemplo de iniciativas con impacto indirecto y/o costo de oportunidad muy elevado es la integración de sistemas. Es muy tentador centrarse en la entrega digital de servicios, pero tanto en el Gobierno como en las empresas, la integración de sistemas es necesaria para poder habilitar los servicios más valiosos. La desintegración de sistemas hace necesarias las certificaciones, de papel, de estar al día con la Caja y con la Tributación. La falta de integración de sistemas hace que, a pesar de que pagamos cuentas por medio de transferencias electrónicas, la contabilización de la transacción debe hacerse de forma manual y propensa a errores. Si los sistemas estuvieran integrados, no sería posible que se entreguen beneficios sociales a quienes no lo necesitan, o que se dejen de entregar a quienes más lo necesitan. Es bastante obvio que el costo de la desintegración de sistemas es sumamente elevado, no sólo para el gobierno sino para todo el país, todos sufrimos papeleos, filas y trámites innecesarios, en gran parte debido a la desintegración de sistemas.

Los resultados. Si bien el impacto indirecto y los costos de oportunidad son difíciles de medir, es probable que sea la medición del riesgo, la parte más retadora de un esquema de asignación de prioridades. Estadísticamente medimos el riesgo a partir de los resultados que una actividad ha obtenido históricamente. Al tratar de medir el riesgo de una iniciativa totalmente novedosa, no solo por la tecnología que utiliza, sino también por el modelo de negocios propuesto, la falta de experiencia suele llevar a grave subestimación de los riesgos. En otras latitudes, los riesgos desconocidos se asumen muy elevados y se mitigan sobreasignando recursos sobre capacitados. En Costa Rica, sin embargo, es frecuente asumir riesgos innecesarios por miedo a “gastar más de la cuenta”.

En el proceso de asignación de prioridades, la tendencia a asignar ponderaciones es, tal vez, más peligroso que la mala medición de las variables. Al asignar pesos a variables mal medidas, los técnicos toman decisiones que no les corresponden y los tomadores de decisiones terminan decidiendo a ciegas. La asignación de prioridades debe ser explícita. Se puede decidir asumir un costo para minimizar un riesgo o maximizar un impacto, o asumir un riesgo para reducir un costo, o aceptar un menor impacto para reducir el costo o el riesgo. Esto hace que la asignación de prioridades sea un proceso dinámico y cambiante, como debe ser.

Publicado con autorización de La Nación