Tradicionalmente, los actos indebidos en las compras estatales se han hecho con rapidez inusitada. Imagino que además de la falta de paciencia prima la creencia: cuanto menos tarde el proceso, menor es la probabilidad de ser descubiertos. Lo contrario también se ha creído cierto, cuanto más dure un proceso, mayor probabilidad de evitar actos indebidos.
Hoy vemos que esta creencia, si bien puede haber tenido algún fundamento en algún tipo de compras, en el ámbito de la tecnología, no solo no tiene fundamento, sino que puede ser todo lo contrario.
Cuando una nueva tecnología viene a destruir un viejo negocio, el atraso, en lugar de evitar los actos indebidos, es en sí el acto indebido.
Estado amarrado. Vender tecnología propietaria al Estado ha sido muy buen negocio durante muchos años, ya que causa una dependencia absoluta. Una vez adquirida la tecnología, el Estado se encuentra amarrado y obligado a seguir adquiriendo la misma tecnología, en un ambiente de "proveedor único". Tengo años de referirme a esto en el caso de las computadoras main frame, los cuales he llamado cariñosamente "dinosaurios". Pero este "modelo de negocio" no lo inventaron los proveedores de computadoras, estos parecen niños de pecho en comparación con los proveedores de equipos de telecomunicaciones tradicionales (léase antiguos).
Ahora bien, cuando aparecen nuevas tecnologías, más baratas, eficientes y sobre todo abiertas (basadas en estándares que garantizan el concurso de múltiples proveedores), ¿cuál es la única estrategia posible de los proveedores tradicionales? El atraso. Paradójicamente, esta estrategia es también la más fácil, ya que aquellos encargados de velar por transparencia del proceso, les ayudan (¿inconscientemente?). Cuanto más dure el proceso para reemplazar o convertir las tecnologías del "proveedor único", mayor es la probabilidad de verse forzados a adquirir la tecnología nefasta "por última vez", otra vez.
Tiene razón Alejandro Urbina cuando aboga por el control a posteriori, los atrasos son cada día más caros. Se ha hecho muy obvio que la responsabilidad de la Administración no termina con la ejecución del contrato; al final la jarana sale, sobre todo si el control se hace bien, con gente que sepa y entienda el tema.
Acto indebido. En el caso de los procesos para la introducción de nuevas tecnologías (como la Red de Internet Avanzada) o los de reemplazo de tecnologías obsoletas y propietarias, las auditorías y contralorías institucionales, conscientes de que el atraso es en sí un acto indebido, deberían estar apurando el proceso y no todo lo contrario.
Recientemente me comentaba un alto funcionario estatal que "las tecnologías nuevas y las viejas deben convivir durante un tiempo, hay que terminar de aprovechar las inversiones ya instaladas". Yo opino que los procesos son tan increíblemente lentos (lo cual es sumamente conveniente para algunos) que debería sancionarse a quienes no hayan iniciado ya el proceso de renovación; las tecnologías obsoletas llevan a erogaciones obscenas.
Pero lo más importante no es el costo excesivo (tal vez ya incurrido), sino el costo de oportunidad, el costo que significa no poder hacer todas las maravillas que permiten las nuevas tecnologías. Las viejas tecnologías no solo no impulsan el desarrollo, sino que tampoco lo permiten.
Los que permiten y promueven el atraso, si no son cómplices, ciertamente son parte del problema
Artículo publicado en el periódico La Nación.