Clima y tecnología

Abril 16, 2010 - Publicaciones

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A pocos meses del fracaso de un acuerdo global para revertir (o por lo menos detener) el deterioro del clima es este planeta, los desastres naturales se están adueñando de los encabezados de las noticias. Inundaciones, terremotos y heladas por doquier.

Hace pocos meses, la diferencia en las temperaturas máximas del día, entre Ámsterdam y Adelaida eran más de 50 grados centígrados. ¿Será por casualidad que está sucediendo todo esto al mismo tiempo? o ¿será que siempre ha sucedido y ahora tenemos la tecnología para darnos cuenta de lo que sucede en todo el planeta, a colores y en tiempo real? o ¿será esto el resultado del maltrato al que henos sometido al planeta?

Revertir el daño es difícil, sobre todo porque no terminamos de entender cómo es que funciona el sistema climático. Si vemos el clima como un sistema determinístico (lo cual puede ser demasiado optimista), observamos una enorme cantidad de variables dependientes las unas de las otras, pero cuyos grados de dependencia parcial no podemos ni empezar a medir.

Dejar de infligir daño al planeta debiera ser más fácil, pero tal vez no lo es. ¿Cómo justificamos los costarricense nuestra incapacidad para reciclar la basura? ¿Cómo explicamos el cierre del ferrocarril eléctrico para llenar las carreteras de furgones? Podría ser que haber sido bendecidos con uno de los mejores climas del mundo nos haga miopes a la realidad. También podría ser que los países con climas duros se hayan acostumbrado a su dureza y crean que el deterioro es solo parte de la misma dureza.

Carbono neutrales

En Costa Rica, si resolvemos el problema del transporte, podemos, en pocos años, por lo menos, ser carbono neutrales (aunque debiéramos ser mejor que neutrales). Pero el resto del planeta no tiene la suerte que tiene Costa Rica con sus fuentes de energías renovables.

El planeta está consumiendo enormes cantidades de combustibles fósiles, todos los días. El consumo de carbón para producir electricidad es, tal vez, el reto más grande. En una gran parte del mundo las alternativas de energía renovable (en las cantidades requeridas) no son una opción y la opción tecnológica que apareció hace 50 años, fue mal dirigida y subsecuentemente ha sido desprestigiada.

De no haber sido por la influencia de los militares, la industria de la energía nuclear se podría haber desarrollado utilizando torio, en lugar de uranio, el cual no solo es mucho más barato y abundante, sino que el desecho se degrada mucho más rápido, produce ordenes de magnitud menos desechos, los riesgos de accidentes son casi nulos y su proceso no produce plutonio y, por ende, no sirve para producir armas nucleares (vea art. de Richard Martin en Wired, enero 2010).

En otras ocasiones he comentado cómo la tecnología de información nos puede (y nos debe) ayudar a racionalizar el consumo de energía (por ejemplo, calculando en tiempo real el costo de la electricidad en un sistema totalizador tendiente a eliminar los picos del consumo), pero es obvio que hay muchas otras tecnologías, nuevas y viejas, que tienen un importante papel en la solución de este, increíblemente complejo, problema.

Para mi es obvio que no existe en el planeta una persona, una empresa o un país, con las capacidades técnica ni intelectuales para resolver el problema del cambio climático. El problema es demasiado grande y complejo. Para resolver este problema se deben agregar las capacidades de grandes cantidades de gente talentosa, de todos los rincones del planeta. Las herramientas de colaboración requeridas se han desarrollado (y siguen desarrollándose) alrededor de la Internet y las redes sociales.

El progreso de la humanidad no debe seguir dependiendo de una pequeña élite, la complejidad de los problemas sobrepasa la capacidad de cualquier grupo, por selecto que sea. La solución de los grandes problemas de la humanidad debe venir de una gran cantidad de gente, compartiendo y colaborando. La experiencia de las redes sociales y el “Open Source” sugiere que esta tarea podría hacerse sin un centro de control, sin una jerarquía de comando. Las jerarquías militares fueron necesarias durante milenios, cuando no existía la tecnología que nos permite trabajar como seres humanos, y no como recursos.

Artíuclo publicado en el periódico La Nación