El conocimiento no solo es el factor de la producción más valioso, también es el más curioso. Esto porque, a diferencia de los otros, cuanto más se comparte más valioso se hace. Hace varios siglos, el primer consultor gerencial dijo: “Aquel que tenga la información tendrá el poder”, y parece que, embarcados por ese señor, más de uno ha creído que el valor de la información reside en esconderla. Afortunadamente, el mundo ha cambiado mucho desde los días de Maquiavelo, sobre todo en las maneras en que hoy podemos manipular, almacenar y transmitir información. Cada día nos acercamos más al momento en que mentir será prácticamente imposible, ya que todos tendremos acceso a toda la información.
La diferencia entre conocimiento e información es que el conocimiento implica entendimiento. Sin embargo, hay similitudes entre las dos: se pueden vender y seguir teniendo y aumentan de valor al compartirse, ya que sobre ambas es posible construir más y mejor conocimiento e información.
Por lo anterior, cuando la computación absorbió a las telecomunicaciones, se dio tan importante salto cualitativo. Cuando SUN Microsystems, a inicios de los años 80 dijo: “La red es la computadora”, el mensaje –que muchos no lo entendimos en aquella época– era muy claro: el poder de la computadora no reside en su capacidad de cálculo, reside en su capacidad de compartir los cálculos. Han pasado más de 20 años en los que se han desarrollado los estándares necesarios para crear una nueva economía, no basada en tecnología, sino en información y conocimiento –con los cuales se produce más y mejor tecnología a velocidades nunca antes sospechadas–.
Hasta con competidores. En los países desarrollados –que no es lo mismo que los países grandes, ni con muchos recursos–, hoy es frecuente y hasta usual que las empresas compartan información con clientes y proveedores. Los proveedores con frecuencia tienen acceso a los niveles de inventarios de sus clientes, los clientes tienen acceso a información de investigación y desarrollo de sus proveedores. Incluso es corriente que los competidores compartan información y conocimiento. A todos los participantes de una industria les interesa aumentar el tamaño total de ella; la miopía de los mercados “suma cero” son cosa del pasado y de los países que todavía viven en él.
Me indican que en Costa Rica hace más de un año están algunos bancos tratando de que el Registro Civil comparta información (dada la facilidad de falsificar cédulas, la idea es que los bancos puedan digitar el número y el Registro les envíe la foto, todo en menos de dos segundos), pero es como empujar agua con un tenedor. En las licitaciones todavía exigen presentar constancia de estar al día con la Caja y con la Tributación ya que es muy difícil pensar en que todas las instituciones se comuniquen en línea con la Caja y la Tributación para tales efectos. Por eso, tenemos que seguir haciendo filas, gastando papeles, perdiendo tiempo y regándonos la bilis.
Nunca aprenden. Hay pocas cosas tan sencillas como compartir información; todas las excusas técnicas y financieras son solo eso: excusas. Dicen que ya hay una ley que prohíbe a una institución pedirle a uno información que ya otra institución posee, pero eso es como prohibir la lluvia. Dentro de una misma institución, vamos de un departamento a otro y nos vuelven a pedir vida y milagros (fecha de nacimiento, estado civil, nombre del patrono, etc.). Lo bueno de la mencionada ley es que aprendimos que redactando leyes no se resuelve. Pero ya habíamos aprendido que haciendo comisiones interinstitucionales se logra todavía menos, pero hay quienes nunca aprenden.
No entiendo por qué, si es tan claro que no existe sustituto para la visión y el liderazgo, no hacemos nada al respecto.
Artículo publicado en el periódico La Nación