Conectados a la sinrazón

Febrero 3, 1999 - Publicaciones

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La Nación Digital es sumamente valiosa para quienes pasamos algún tiempo fuera del país, nos permite mantenernos conectados con la surrealidad nacional. El pasado sábado 9 de enero, me tocó leer la del 8 de enero en la playa de Cogee en Sydney, Australia.

Siempre he creído que en Costa Rica tenemos un sorprendente dominio de la sinrazón del contrasentido. Los ejemplos sobran: monedas nuevas que no son aceptadas por las máquinas del peaje, obligación legal de crear una enorme presa de tránsito al ocurrir el menor accidente, un puente para automóviles construido sin calle a ambos lados, cientos de bases de datos para el cobro del marchamo con datos diferentes para el mismo vehículo, cero gasto militar e infinito gasto en empresas estatales, etcétera, etcétera.

La columna de don Julio Rodríguez del 8 de enero logró, sin embargo, sobrepasar los límites de la sinrazón. El relato de don Julio de las vicisitudes del Banco de Costa Rica en sus esfuerzos por enfrentar el problema del año 2000 retratan de cuerpo entero la irresponsabilidad sin límites que desgobierna al país.

Dimensión y consecuencias. Si la Defensoría de los Habitantes le dio buenas calificaciones a los esfuerzos del BCR, sabiendo que le falta nada menos que el trámite de contratación de $15 millones, imagínense cómo estarán los demás. En casi todas la juntas directivas en Costa Rica existe por lo menos un genio que asegura que no hay tal problema. Lo cierto es que ya no pueden alegar ignorancia, todos conocen el tamaño y las posibles consecuencias del problema del año 2000, y la mayoría ha decidido no hacer nada al respecto. El riesgo es muy grande, dicen algunos. Debemos evitar el síndrome de la profecía auto cumplida, dicen otros.

En esta ocasión tienen razón, si no hacen nada, el problema desaparecerá, dentro de un año exactamente. Lo importante pareciera ser evitar embarrarse de la suciedad que sin duda va a volar en todas direcciones.

Australia nos lleva tres años de ventaja enfrentando el problema de ellos, mucho más grande por cuanto están mucho más automatizados. Están mucho más adelantados en la solución, sin embargo están realmente preocupados. El gobierno da el ejemplo: facilita, promueve e incentiva la resolución del problema. Todos los bancos, empresas e instituciones con que he hablado ya tienen su problema resuelto, pero nadie duerme en sus laureles, en febrero empiezan los simulacros sectoriales. Llevo un mes aquí (trabajando en otra cosa) y no he visto a nadie atravesar el caballo, todo lo contrario.

Evadir responsabilidades. En Costa Rica, los encargados de velar porque no se roben al burro parecen haber decidido dejar que el burro se muera en la inundación que sabemos sucederá a fin de año; lo importante pareciera ser no soltar al burro, para evitar así cualquier responsabilidad. Estamos de acuerdo en que el burro no debería existir, pero esta no es manera (ni el momento) de matarlo. Las cosas hay que hacerlas encima de la mesa, como la gente.

En los once meses que faltan, los responsables deben dar un paso al frente. Los gurúes de la opinión empresarial deben asumir su papel. Los gremios y agrupaciones profesionales y empresariales deben todos unirse en esta cruzada común (en este caso necesitamos que todos se salven para poder salvarnos). Los sindicatos deben insistir en la asignación de recursos al problema, de los contrario muchos no tendrán patronos dentro de un año.

A mí me han acusado de alarmista e incluso me han llamado "terrorista del año 2000". Nunca he tenido miedo a equivocarme. En esta ocasión, le pido a Dios que por favor me haga estar equivocado, y si no lo estoy, que el año nuevo nos agarre confesados.

Artículo publicado en el periódico La Nación