Conectividad para el progreso

Febrero 8, 2009 - Publicaciones

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Los jóvenes dicen que estar conectado es como estar despierto, tienen razón. La falta de conectividad es un serio obstáculo al progreso. La falta de conectividad produce falta de información la cual induce al desperdicio de energía para procurar información, o peor aún a la toma de decisiones sumidos en la ignorancia.

Costa Rica tiene grandes organizaciones de salud, educación y seguridad. Sin embargo, y pese a la importancia relativa que damos a estos tres servicios esenciales, la gran mayoría de los centros de salud, de los centros educativos y de la fuerza pública se encuentran sin conexiones de banda ancha. En los tres casos, entre más alejada la localidad, más necesaria es la conectividad y menor disponibilidad de la misma tienen.

Los requerimientos de conectividad de los servicios esenciales van mucho más allá del correo electrónico y el acceso a Internet. La conectividad de banda ancha permiten a los centros de salud compartir imágenes médicas (Rayos X, tomografías, etc.), sostener videoconferencias de alta definición, hace posible el expediente médico centralizado y accesible a nivel nacional. La telemedicina, que ya se practica en forma tímida, podría generalizarse con el consecuente beneficio de la salud de población rural.

Los centros educativos conectados con banda ancha pueden tener acceso a las grandes bibliotecas del planeta, pueden interactuar (imágenes, audio y video) con estudiantes y profesores alrededor del mundo, y pueden extender la educación a aquellos que no pueden asistir a clases.

Vigilancia pública. La fuerza pública dotada de conexiones de banda ancha, puede utilizar video de alta definición para vigilar carreteras, pueblos y ciudades, puede identificar sospechosos, en el lugar del incidente y en tiempo real, puede dotar a los efectivos de “ojo y oídos” que le den una ventaja tanto o más valiosa que las armas. La tecnología de banda ancha puede aumentar significativamente la efectividad de la fuerza pública y, consecuentemente, la seguridad de los ciudadanos.

La definición de banda ancha es motivo de desacuerdos y chistes por doquier. En algunas ciudades europeas hoy en día es imposible contratar conexiones de menos de 10 mbps (millones de bits por segundo). En Costa Rica todavía consideramos banda ancha conexiones de 256 kbps (miles de bits por segundo). En Japón y en Corea es frecuente encontrar residencias con conexiones de 1 gbps (millones de millones de bits por segundo).

El pasado 18 de diciembre The Economist publicó el escalafón mundial en tenencia de computadoras, Costa Rica aparece en lugar 32 en el mundo y en primer lugar en América Latina con 0,23 computadoras por persona, o sea, como un millón de computadoras. En el barómetro de Banda Ancha de CISCO el año pasado Costa Rica aparece con 180.000 conexiones de banda ancha (bastante angosta). Lo anterior quiere decir que en Costa Rica hay muchas computadoras compartiendo una conexión de banda no muy ancha, y además hay muchas computadoras desconectadas (las cifras de tenencia de computadoras en el hogar son mucho superiores a las cifras de conexión a Internet en el hogar).

Desperdicio de recursos. Las computadoras que comparten una banda angosta están seriamente limitadas en su funcionalidad. Las computadoras desconectadas son un enorme desperdicio. El alegato de que muchas de las computadoras son antiguas y carecen de la capacidad necesaria para ser útiles hoy en día es, por suerte, falaz, ya que la nueva tendencia es realizar la computación en la nube, es decir en Internet, de modo que las computadoras de usuario final requieren cada vez menos recursos, excepto, claro está, lo más importante: una buena conexión.

Tenemos un país de gente educada y deseosa de sacar provecho de las nuevas tecnologías, tenemos oportunidades de mejorar sustancialmente la calidad de vida a base de tecnología, pero tenemos varios cientos de miles de computadoras desconectadas. Lo peor es que nadie se sorprende, el desperdicio de recursos y oportunidades parece ser normal en este país de Dios.

Artículo publicado en el periódico La Nación