El problema del año 2000 (Y2K) es un magnífico ejemplo de cómo en el país y en otros, la gente responde bajo presión del tiempo.
Los que aseguran que el Y2K fue un fraude, son en el mejor de los casos, desconocedores de lo que pasó, y en el peor, son cínicos que se burlan del trabajo ajeno.
El Y2K era un peligro real e inminente, que propició miedo en empresas, instituciones e incluso en el público.
Es posible que consultores, medios y proveedores se hayan excedido en la cantidad de miedo que generaron, pero se sacó la tarea. El caso contrario hubiera sido altamente irresponsable, disminuir el peligro ) y arriesgarse a que los sistemas no funcionaran bien el 1.° de enero del 2000.
De hecho, hubo casos que se reportaron fallas en los sistemas, pero por suerte fueron esporádicas y a los irresponsables les dio vergüenza admitirlo.
Hoy nos encontramos otra vez contra el tiempo. Esta vez la fecha no es tan clara, pero si es igual de dura. Afortunadamente, el problema que debemos resolver no es informático y no está en todas las organizaciones. Desafortunadamente, la solución no es sencilla.
Cuando se firmó el TLC con Estados Unidos, las fechas que se plantearon definían una tarea descomunal contra tiempo. Pero en lugar de poner manos a la obra, el gobierno anterior perdió el tiempo.
Ahora ya no tenemos tiempo, tenemos que ponernos de acuerdo y avanzar, la tarea de modernización del las instituciones cuyos monopolios se deben abolir es gigantesca, pero enteramente posible. Debemos poner manos a la obra.
Si en 1998 y 1999 en lugar de poner manos a la obra, nos hubiéramos sentado a discutir si el Y2K era real o no, hubiéramos sufrido graves consecuencias. Ahora estamos en un predicamento muy parecido. Debemos modernizarnos a golpe de tambor. La alternativa de quedarnos fuera del TLC es parecida a la del idiota que dice que Y2K nunca existió.
Artículo publicado en el periódico La Nación