Fundamentalismo tecnológico

Enero 1, 2003 - Publicaciones

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escribí acerca de la moda y la religión tecnológica. Con pesar veo hoy que la situación no ha mejorado, sino todo lo contrario: el arraigo casi religioso al que me referí entonces hoy se está volviendo fundamentalismo.

Siempre he querido creer que los colegas tecnólogos y matemáticos son gente sensata, que son analíticos y razonadores (aunque no sean razonables). No entiendo cómo una persona razonadora puede, sin tapujos, establecer una relación emocional con una u otra tecnología o que gente perfectamente sensata pelee guerras religiosas a favor de una u otra tecnología. En ocasiones he creído que hasta los saprissistas son más razonables.

En los últimos 6 años, la tecnología de información se ha desarrollado a pasos agigantados, el mercado creció fuera de control y cayó de golpe y porrazo. Pero la incertidumbre se ha reducido enormemente; hoy es totalmente claro que el camino de la tecnología de software es por componentes, la arquitectura de sistemas es también clara: el cliente-servidor pasó a mejor vida y el futuro está en lo que llamamos arquitecturas de múltiples capas y servicios web.

Esto que suena complicado es en realidad muy sencillo. Lo que ha pasado es que el estándar abierto de Internet no solo se ha apoderado de la atención de los usuarios, sino que ha establecido la manera de escribir software: ofreciendo al usuario una interfase que esté basada en un browser, aislando la funcionalidad de los sistemas del manejo de datos y teniendo la seguridad que los componentes sean reutilizables.

Sencilla integración. Los Web Services a los que me referí recientemente en el contexto del Gobierno Digital son en definitiva la manera de escribir software, el trabajo de mantener e integrar sistemas se torna sencillo, la integración no solo es interna, sino que, utilizando Internet como medio, la integración puede ser con cualquiera en cualquier parte.

Ahora bien, si todos estamos de acuerdo en que los sistemas de cómputo se deben desarrollar en una arquitectura de múltiples capas, con interfases abiertas implementadas como Web Services, entonces ¿por qué no han desaparecido los problemas de afiliación religiosa con la tecnología? Hace un año escribimos y discutimos acerca del software libre (aquel que no tiene la propiedad intelectual protegida de manera que el código fuente está disponible para revisar y modificar, y no hay restricciones para compartir el software). En aquella ocasión discutimos que si un programador (o varios miles) quiere regalar su propiedad intelectual, eso es perfectamente legítimo, que el software libre es una alternativa legítima, que merece y debe ser estudiada y evaluada. También dijimos que no es gratis (ya que conlleva otros costos como capacitación, instalación, soporte etc.), pero ciertamente parece ser más barata y, por consiguiente, merece y debe ser evaluada; y que es injustificable comprar software en una situación monopolística puesto que, ciertamente, sí hay alternativas, y que el cuento del “proveedor único” es precisamente eso: un cuento.

Guerra ideológica. Hoy en día vemos actitudes fundamentalistas en ambas direcciones.

Hay quienes insisten en que el software libre es un atentado contra la propiedad intelectual y el desarrollo tecnológico, y debe ser rechazada a toda costa. Hay quienes opinan que el software propietario restringe la accesibilidad de la información y compromete la seguridad nacional y, por consiguiente, debe prohibirse su uso en el Estado. Tengo entendido que en las universidades estatales, las guerras religiosas están a la orden del día (hay edificios donde han declarado no grato al software de la religión opuesta). Esto es un pésimo ejemplo para los estudiantes; corremos el riesgo de estropear algo de lo mejor que tenemos en este país: nuestros seres (no recursos) humanos informáticos, nuestro pluralismo y la libre empresa.

Me parece que todo este pleito es inconsecuente. Mientras el software esté escrito en los lenguajes orientados a objetos, se implementen los servicios como Web Services y se rechacen como veneno las interfases propietarias, no veo el problema en que un software sea de una marca u otra. Mientras se tenga siempre la opción y el derecho a escoger (la competencia sea por la mejor calidad), mientras no se esté en un mundo de proveedor único, no veo el problema.

Artículo publicado en el periódico La Nación