En la reciente edición de mayo, Harvard Business Review (HBR) publicó un artículo de Nicholas Carr titulado “La tecnología de información no importa” (“IT Doesn’t Matter”). Este artículo ha generado una gran controversia. David Kirkpatrick escribió dos artículos en Fortune , en el primero advierte por qué la visión tecnológica de HBR es peligrosa, y en el segundo hace un recuento de la reacción de gerentes generales y de Tecnología a lo largo y ancho de los Estados Unidos (la gran mayoría en contra del artículo). El New York Times comentó el artículo en tono aprobador, Computerworld recopiló numerosas columnas de opinión respecto al artículo, entrevistó a Carr y realizó un panel de opinión con renombrados pensadores del campo, incluyendo a Paul Strassmann y Tom de Marco.
Tecnologías infraestructurales. El artículo en cuestión hace una analogía entre la Tecnología de Información (TI), el ferrocarril y la electricidad. Llama a las tres tecnologías infraestructurales y concluye que la TI ha perdido su valor estratégico. En efecto, las tecnologías estructurales tienen valor estratégico únicamente durante su desarrollo inicial. Una vez que se han diseminado ampliamente (todos tienen acceso a ellas), nadie puede obtener ventaja por tenerlas, pero sí puede sufrir graves consecuencias por no tenerlas (o por sufrir una interrupción en su uso o suministro).
Como demostración de su planteamiento, Carr menciona que ya se ha instalado suficiente fibra óptica en el mundo para darle más de 11.000 vueltas a la Tierra, que el costo de las computadoras ha llegado a niveles tan bajos, y son tan poderosas que se consideran artículos básicos. También menciona la tendencia a comprar paquetes de software que se ha desatado durante los últimos 10 años y que recientemente se ha tornado más hacia su alquiler. La conclusión, hasta cierto punto obvia, es que, si todos tienen acceso a los mismos equipos y los mismos programas, nadie va a adquirir ventaja de la TI, en cuyo caso la mejor estrategia es minimizar el gasto en TI. Carr considera que el puesto de gerente de Tecnología debería muy pronto ser un puesto muy aburrido.
Posición peligrosa. Kirkpatrick y de Marco consideran esta posición peligrosa ya que para una persona mentalmente débil, pero poderosa, que ande buscando dónde cortar, este argumento podría ser música a sus oídos y causar así serio daño, presente y futuro, a su organización.
La gran diferencia entre la TI y las tecnologías infraestructurales es esa cosa suave y compleja llamada software . El soft- ware siempre ha sido y continúa siendo una tremenda fuente de ventaja competitiva. Es, sin embargo, cierto que si el soft- ware se considera un artefacto estático, no evolutivo, pronto pasa de ser fuente de ventaja competitiva a ser lastre (tal como lo ilustra Carr con el famoso caso de American Hospital Supply). Yo siempre he dicho que la ventaja de la TI proviene no de tenerla, sino de cómo usarla: tecnología sin imaginación puede ser, y a menudo es, lastre.
La idea de comprar paquetes de soft-ware es sin duda controversial. Empresas y ejecutivos en muchas maneras muy capaces han decidido durante los últimos años desechar el software que han construido en casa durante años y reemplazarlo por paquetes. Los paquetes traen incluidas las “mejores prácticas”, y los mejores procesos del negocio. Efectivamente, implantando un paquete es posible mejorar prácticas y procesos, pero no es posible ser mejores que la competencia (que dispone de los mismos paquetes). También cabe destacar que la “mejores prácticas” únicamente son las mejores hasta que a alguien con imaginación se le ocurra una mejor. Una buena manera de eliminar la imaginación de una organización es asegurarse de que las nuevas ideas no sean implementables (por no tener control sobre el software ).
Ahora bien, ¿por qué me metí yo a discutir este artículo si ya ha sido ampliamente discutido por muchos mejor instruidos? Considero que hay un ángulo que no ha sido analizado, un ángulo muy cercano a nosotros, a las organizaciones gubernamentales y al tercer mundo en general.
Base del conocimiento. Si países como el nuestro asumieran posiciones como la recomendada por Carr, la brecha digital no sería problema por considerar, únicamente habría que esperar unos años y la tecnología vendría empaquetada y lista para el consumo. Recordemos que la TI es tecnología de información, la información es la base del conocimiento y el conocimiento es el factor de la producción que más incide en la generación de riqueza y bienestar. Esperar que la brecha digital se cierre sola es, en el mejor de los casos iluso, y en el peor una estupidez de grandes proporciones. El tamaño de la brecha digital es inversamente proporcional a la competitividad de un país.
De hecho Carr no hace la mínima mención de la problemática más allá de las fronteras del norte, como también ignora por completo las grandes manadas de dinosaurios (sistemas legados desarrollados con tecnología de software de hace 25 años) que todavía viven en las grandes metrópolis y dominan por completo las enormes organizaciones gubernamentales en la mayoría de los países del mundo, incluyendo los más poderosos.
Es un hecho bien conocido que, desde 1997, la inversión en renovación de soft- ware se detuvo: primero debido a la problemática del año 2000 que consumió más de $600 millones; luego se destinaron cuantiosos recursos al crecimiento desmedido del comercio electrónico, el cual se desinfló y causó una fuerte contracción económica y, finalmente, el 11 de septiembre.
El café del siglo XXI. La tecnología de software dista mucho de ser una tecnología madura que pudiera empezar a considerarse un artículo básico. Para muestra dos botones: ¿Puede una tecnología tan primitiva como la comunicación vía teclado considerarse madura? ¿Puede considerarse madura una ingeniería que recurre a “pruebas exhaustivas” para demostrar que un artefacto funciona cuando todos sabemos que las pruebas únicamente sirven para demostrar la presencia de errores y no su ausencia? La importancia y la dependencia que la mayoría de las organizaciones tienen con el software hoy en día es clara como el agua; sin embargo, como dice Strassmann, el capital del conocimiento incluido en el software no lo encontramos en los balances de situación. Si este capital (Strassmann lo estima en dos terceras partes de los activos de una empresa) estuviera en el balance, no veríamos tan a menudo a ejecutivos tomar la decisión de botar un sistema y comprar un paquete.
En otras ocasiones he dicho que el software tiene, en Costa Rica, el potencial de ser el café del siglo XXI. Tenemos la gente y tenemos la tecnología para ser artífices de la eliminación de dinosaurios, no solamente en nuestro país, sino alrededor del mundo. Es posible, con nuestra gente y nuestra tecnología, ayudar a evolucionar el software antiguo (el que mueve y perpetúa a los dinosaurios) y convertirlo en software flexible, que fomente la imaginación y permita a las empresas e instituciones evolucionar al ritmo de los tiempos. Con ocasión del nombramiento del nuevo ministro de Ciencia y Tecnología, es conveniente que el Gobierno de la República se manifieste claramente acerca de la importancia que la TI tiene para el futuro de Costa Rica.
Artículo publicado en el periódico La Nación