La República de Irlanda ha saltado al escenario mundial no solo por la calidad de su crema irlandesa, la literatura de Oscar Wilde o por la música de U2. También demostró ser un caso de éxito en el intento por convertirse en un país encaminado al desarrollo mediante el uso del conocimiento y la atracción de inversiones de alta tecnología.
Los datos son claros: En tan solo 20 años, Irlanda pasó de ser la segunda economía más pobre de Europa a la segunda más rica del continente. Gobierno, empresarios, políticos, sindicatos y agricultores emprendieron un proceso para poner de acuerdo a todos los sectores involucrados con el objetivo de poner en marcha un modelo basado en la atracción de inversiones de tecnología y así volver más competitiva la economía. El resultado: el nacimiento del “El Tigre Celta” a principios de los años 90.
Ahora bien, ¿qué rasgos en común comparten Costa Rica y la República de Irlanda? Los dos países tenían muchas similitudes: economías históricamente basadas en la agricultura, un estado proteccionista, una población semejante en tamaño (actualmente en Costa Rica tiene 4.325.000 habitantes e Irlanda tiene 4.015.000), un crecimiento económico lento y un elevado déficit fiscal. Además, la diferencia en la superficie de ambos países no es mucha, Costa Rica mide 51.100 kilómetros cuadrados e Irlanda 70.000. La gran diferencia es que ambos países tomaron rumbos diferentes en cuanto a niveles de desarrollo y crecimiento.
En efecto, Irlanda logró rápidamente un consenso nacional y llegó a la conclusión de que la olla de oro al final de arco iris estaba en el conocimiento. Edna Camacho, Gerente General de la Coalición de Iniciativas de Desarrollo (CINDE), explica que “Irlanda, para insertarse en la economía europea, llegó a un “pacto social” entre gobierno, empresas, sindicatos y sector productivo para tratar de coincidir objetivos de diferentes grupos. Pero primero había que poner la casa en orden y arreglar el déficit fiscal, se rebajó el impuesto sobre la renta a un 10% y luego se dio una agresiva política de atracción de inversiones, especialmente de tecnología”.
Irlanda ingresó en 1973 a lo que en aquel entonces era la Comunidad Económica Europea (CEE), hoy la Unión Europea, sin embargo, lo hizo teniendo muchos problemas macroeconómicos, un déficit fiscal del 8 % del Producto Interno Bruto, un alto desempleo y un bajo crecimiento. “Con un alto nivel de educación, una población joven y el apoyo de la CEE y la IDA (Agencia Irlandesa de Desarrollo, por sus siglas en inglés), se empezó a buscar empresas de tecnología y farmacéuticas; fue una combinación de factores como la estabilización de la economía, la solución del déficit fiscal y el control de la inflación”, destaca Camacho en alusión a la fórmula que utilizó Irlanda para saltar a la competitividad.
Entre los factores del éxito del modelo irlandés, John Dunne Ejecutivo en Jefe de la Cámara de Comercio de Irlanda señala que este país “cuenta con una reducida economía abierta con gran exposición al comercio; las exportaciones de alto valor y crecimiento constituyen la principal determinante de la economía; el comercio de servicios móviles en lugar de basado en recursos depende de la competitividad continua y la inversión y la transferencia tecnológica y la fuerza de trabajo móvil compensan la escasez de destrezas”. Dunne estuvo de visita en el país durante un Congreso de Industriales explicando el fenómeno del crecimiento en la economía irlandesa.
En cuanto a la política industrial, Dunne detalla que Irlanda cuenta con una alta inversión extranjera directa y existe una política de apoyo empresarial a la ciencia, tecnología e innovación. Además, la fuerza de trabajo está capacitada, el empleo es de calidad y se cuenta con políticas sectoriales definidas.
Acerca de las diferencias entre Costa Rica e Irlanda para lograr un desarrollo basado en el uso de la tecnología, Alexander Mora, presidente del Grupo TecApro y de la Cámara Costarricense de Tecnología de Información y Comunicación (CAMTIC) considera que “Irlanda tiene una realidad muy distinta a la nuestra. Yo creo que tenemos mucho que aprender de la forma como ellos lo hicieron y mucho de lo que hicieron nos puede ser útil. Sin embargo, Costa Rica tiene que hacer lo propio. Somos optimistas de que el Presidente Oscar Arias tendrá el liderazgo para iniciar y enrumbar ese proceso. Costa Rica tiene que desarrollar su propio modelo que, seguramente, se parecerá en varias cosas al irlandés”.
De tal manera, resulta claro que una serie de decisiones y políticas nacionales, así como un clima de alta libertad económica y el uso del conocimiento como materia prima dieron como resultado una nación que se enrumbó por el camino del desarrollo. “Hay que reducir la vulnerabilidad fiscal, establecer políticas agresivas en ciencia y tecnología e innovación, mejorar la competitividad y favorecer el establecimiento de industrias de alto valor agregado; un país pequeño tiene que avanzar hacia la integración de la economía mundial” comenta Edna Camacho.
Dos economías como la costarricense y la irlandesa que tuvieron muchas similitudes en el pasado cercano y que han apostado por la tecnología para emerger en el plano mundial, experimentaron en un corto plazo niveles de crecimiento absolutamente dispares. “Irlanda es un ejemplo de país que hizo bien las cosas en muchos frentes y la sociedad en conjunto se abocó a la toma de decisiones”, agrega Camacho.
De esta manera, tal vez el día de mañana a Costa Rica no la llamen la Suiza centroamericana, sino la Irlanda de Centroamérica, ya que tal parece que las condiciones para el crecimiento están dadas para salir del subdesarrollo aprovechando el capital intelectual, el uso intensivo del conocimiento y la atracción de inversiones de alta tecnología. Puede ser que el verdadero tesoro no esté en la olla de oro al final del arco iris.
Artículo publicado en el periódico La República