A finales del siglo pasado fuimos testigos de la muerte de la distancia. Prueba de eso es que hoy puedo leer La Nación, después del trabajo, viendo el océano Pacífico hacia el este, antes que todos ustedes.
El siglo nuevo tiene algo que nos mueve a prospectar el futuro. El aumento de la velocidad de cambio hace la prospección de futuro necesaria, sin ella la planificación carece de sentido. Para prospectar el futuro debemos leer los signos y las tendencias, algunas son tan claras que sería irresponsable ignorarlas.
Todo tendrá "inteligencia". Estoy convencido de que nuestros hijos y nietos serán partícipes, en este siglo, de la muerte de la mentira. La tendencia es clara: las computadoras se hacen cada vez más poderosas y más pequeñas, en una o dos décadas estarán en todas partes, la conectividad será total, no solo entre la gente, sino también entre las cosas y la gente. Los carros, los postes, la ropa, las herramientas, los edificios, los lápices, todo tendrá "inteligencia" (capacidad de cómputo y comunicación), de esta manera todos los eventos serán registrados, todo el conocimiento será almacenado, toda la información estará disponible.
Está claro para mí que, en un futuro cercano, todas las transacciones (comerciales y otras) serán en línea; obviamente siempre habrá transacciones en persona, pero aun esas serán registradas en línea (en el punto de venta, o en la ventanilla, o incluso en la feria del agricultor). El papel dinero pasará a mejor vida (y con él todas las transacciones ilegales).
El que toda la información esté disponible no quiere decir que no habrá confidencialidad; todo lo contrario; las reglas que se definan serán automáticamente implementadas. Por ejemplo, toda la información que recaban las instituciones acerca de los ciudadanos estará siempre actualizada y disponible para aquellos que tengan derecho a ella (cada quien tendrá, obviamente, acceso a su información), mentirle a la Caja de Seguro o a la Tributación Directa será imposible. Mentirle a clientes y proveedores carecerá de sentido, ya que todas las mentiras serán fáciles de corroborar.
Ni "el zarpe". Es difícil imaginar algo más inútil que mentir acerca del costo de un producto, ya que los costos y precios de todo estarán disponibles, y serán fáciles de averiguar. "Mañana te pago" no será aceptable, ya que las facturas estarán debidamente registradas y si al vencimiento hay plata en el banco el pago será inevitable (transacciones sin factura o recibo no existirán). "Sírvame el zarpe" tampoco tendrá mucho sentido, ya que todos podrán saber cuántos lleva, cuál es su promedio diario, y tal vez incluso quién lo está esperando y a qué hora.
Es posible que otras mentiras de índole más personal puedan todavía existir; sin embargo, se perderá la costumbre.
Un mundo sin mentiras es difícil de imaginar. Algunos pueden creer que son ganas de vacilar mías, que eso nunca podrá suceder, sobre todo debido al profundo cambio que implicaría para muchas profesiones. Los que quieran creer eso, pueden seguir durmiendo de ese lado.
Artículo publicado en el periódico La Nación