Siempre que le quitan controles a las empresas e instituciones estatales, con el afán de agilizarlas, sucede lo mismo. Durante los últimos 30 años hemos visto, una y otra vez, lo que pasa cuando las entidades estatales pretenden actuar como si fueran privadas. Sin importar el marco legal (y se han diseñado algunos bien rebuscados), el resultado siempre ha sido el mismo.
Poca diferencia (o consuelo) es el hecho de que en los últimos años han decidido procesar penalmente a algunos de los sospechosos de la ruina de dichas empresas e instituciones.
Recientemente, con la necesidad de apertura de los mercados, ha venido otra vez la sugerencia de liberalizar los controles de algunas instituciones monopolísticas para que sean ágiles y puedan enfrentar la (posible) competencia. Mala idea. La cosa pública debe estar siempre sometida a los más estrictos controles, que garanticen el correcto uso de los recursos.
Los tiempos en que era necesario entorpecer para controlar ya pasaron. Hoy tenemos los recursos humanos y tecnológicos para controlar y agilizar al mismo tiempo. La transparencia es la clave. Es difícil imaginar un sistema de contrataciones más transparente que uno que funcione en Internet. Claro está, es muy probable que algunos prefieran que les permitan realizar contrataciones privadas con el mínimo de transparencia. Mal negocio.
Claras ventajas. Hace tres años, General Electric (GE) desarrolló e implementó un sistema llamado TPN, que funciona en Internet y en él se publican las "licitaciones" de las materias primas y suministros que la corporación requiere. En el mismo sistema se reciben todas las cotizaciones (más fácil y barato cotizar) y, lo más importante, todos los que cotizan pueden ver lo que cotizaron los demás. En 1996, cuando se introdujo el sistema, GE compró $1.000 millones con este sistema, y logró ahorros entre el 5 por ciento y el 20 por ciento. Como era de esperar, los ahorros son resultado directo de la transparencia (y el bajo costo de cotización).
La transparencia atenta directamente contra la sinrazón del contrasentido. Si todas las cotizaciones se presentan en el mismo formato, si hay de antemano una fórmula para la evaluación de las ofertas, pocos minutos después de recibidas las ofertas se podría adjudicar la contratación. La estupidez de comprar siempre lo más barato (que por supuesto sale más caro) se vuelve insostenible, las marañas técnicas que se utilizan para apelar y contra apelar también desaparecen. La transparencia es el mejor y más formidable enemigo del la corrupción y el entrabamiento.
Exijamos que los esfuerzos de agilización sean acompañados de más y mejores controles. La necesidad de utilizar la tecnología para promover la transparencia es tan obvia que
Artículo publicado en el periódico La Nación