La digitalización de las municipalidades no solo es deseable, sino también urgente.
Los municipios deben ser digitales no solo para aumentar la recaudación, sino también, y sobre todo, para elevar su interacción y transparencia con los ciudadanos, que somos, después de todo, la razón de ser de esas instituciones.
En una municipalidad digital toda la información está siempre disponible para todos. Por si acaso una de ellas concediera un permiso para construir una monstruosidad urbana (como la que están haciendo en la esquina antes de la embajada Americana, carretera vieja a Santa Ana), los ciudadanos podrían fácilmente ver y entender por qué, si el tráfico y la infraestructura ya están colapsados, la municipalidad considera conveniente la construcción de más de 100 apartamentos nuevos.
En una municipalidad digitalizada los ciudadanos podrían ver en qué se gastan los recursos municipales en tiempo real (no el gasto del mes o el año pasado), podrían conocer el nivel de servicio que se está obteniendo en cada uno de los servicios municipales, podrían conocer la opinión de los conciudadanos sobre una variedad de temas relevantes para el quehacer municipal, podrían ver el mapa del cantón y saber el nombre del vecino que mantiene un lote sucio y descuidado.
La posibilidad de realizar refrendos (vinculantes o no) sobre una gran variedad de temas de interés comunal, sin duda aumentaría sustancialmente el interés y la participación ciudadana, el término "democracia digital" empezaría a tomar sentido.
Me parece totalmente injusto pensar en que los representantes de los ciudadanos estén en contra de la digitalización, que quieran preservar el estatus.
Es precisamente esa desconfianza en la clase política la que nos llevó a la apatía crónica.
Artículo publicado en el periódico La Nación