La Navidad, como evento religioso es, y seguirá siendo, inmune a los embates de la innovación tecnológica. Como evento social y comercial, la Navidad es una víctima más de la tecnología.
El mensaje de amor y esperanza, implícito en el concepto de la Natividad, nos lleva a celebrar con amigos y familiares el regocijo. Los regalos, tarjetas, reuniones y fiestas han sido la manera tradicional de compartir, con seres queridos, los sentimientos de la época. En Costa Rica, el clima casi perfecto es un aditamento ideal a la sensación de alegría y bienestar.
La tecnología en Navidad no solo es un componente creciente en muchos de los regalos (las ventas de tecnología se disparan en esta época), sino que también está siendo cada vez más un factor de eficiencia no bienvenido. La eficiencia que aporta la tecnología al comprar y distribuir regalos tiende a derrotar el sentimiento asociado con la época. Un regalo comprado por Internet en lugar de decir "estaba pensando en ti y dediqué mi tiempo y dinero para ofrecerte un poquito de alegría", dice: "minimicé el tiempo y dinero para ofrecerte un poquito de alegría".
Razón de ser. El mensaje reciente de la Tributación Directa enfatizando que Internet no es una zona franca (como en otros países) puede tener como objetivo desestimular el comercio electrónico, pero también puede promover un trato más personal y humano en esta época, cuya razón de ser es, precisamente, el Amor y la Esperanza.
Enviar una tarjeta navideña, animada con sonidos y gráficos, a todas las direcciones electrónicas no tiene, ni por mucho, el valor de las tarjetas escritas de puño y letra.
Estimado lector, con gusto hubiera escrito este artículo con papel y lápiz (y borrador) si creyera que ayudaría a conllevar el mensaje: la Navidad no debe ser eficiente, no hay sustituto para el tiempo personal y el calor humano. La eficiencia no tiene nada que ver con el amor y la esperanza.
Artículo publicado en el periódico La Nación