Durante los últimos 35 o 40 años, cada vez que hay una crisis petrolera, los países que consumen más petróleo del que producen se plantean las mismas soluciones: investigar nuevas fuentes de energía y buscar maneras más eficientes de viajar. En el mundo al revés, sin embargo, al dispararse el precio del combustible se dispara la venta de vehículos automotores de gasolina.
Bien podría ser que la desventaja que sufrimos en transporte público, infraestructura vial, e inversión hidroeléctrica se conviertan en una oportunidad, la cual, en un acto de cordura inusual decidamos, esta vez, aprovechar.
El teletrabajo nos ofrece la oportunidad de no solo reducir sustancialmente el consumo de petróleo sino también aumentar la productividad nacional, mejorar la calidad del aire y la calidad de vida de los ciudadanos. El trabajo desde la casa o de centro de trabajo urbanos en los que el patrono alquila espacios (cubículos) para los empleados que viven cerca tiene muchos años de practicarse en países en los que la naturaleza es mucho menos amigable que la nuestra. Es fácil entender por qué en países en los que el clima es muy severo, la gente prefiera quedarse en la casa o trasladarse a pie a un centro urbano de trabajo.
Experiencia aprovechable. Si bien la motivación no es exactamente la misma, las experiencias son ciertamente aprovechables. Las experiencias en otros países demuestran congruentemente que la gente que no viaja al trabajo es más productiva y más feliz (debe haber una relación de causalidad entre ambas, aunque lo que está demostrado es solo una alta correlación).
También se ha aprendido que el control del trabajo mejora ya que al desecharse el control de asistencia se debe controlar la producción, eso claramente incide sobre la productividad. No parece prudente que todos se queden en la casa o centro urbano todos los días; lo más recomendable parece ser dos o tres días por semana. Las buenas noticias son que la productividad no se deteriora en los días en que los trabajadores viajan a la oficina.
Los ahorros en áreas de trabajo para los patronos no son inmediatos, pero sí son seguros ya que por un lado muchos podrán laborar desde su casa y, por el otro, los centros de trabajo urbano tienden a ser mucho más baratos que los de la ciudad.
La mejoría en la calidad del aire que respiramos probablemente valga más que el aumento en productividad nacional y ciertamente contribuye a la mejoría respecto a la calidad de vida de los ciudadanos.
Si, como país, nos ponemos las pilas a promover el teletrabajo, eso le pondrá una enorme presión al ICE para proveernos de conectividad adecuada (mucha de la cual ya está disponible). Pienso que esta presión debe ser bienvenida ya que ayuda al ICE a prepararse para la competencia.
Me parece difícil que en esta ocasión los enemigos del progreso encuentren razones y tácticas para entorpecer y atrasar, aunque nunca debemos subestimar su capacidad de hacer trabonazo en lugar de hacer pase.
Artículo publicado en el periódico La Nación