Piratería: maldad y estupidez

julio 28, 1999 - Publicaciones

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Todos hemos oído hablar de los nuevos piratas informáticos. Si analizamos el concepto, caemos en la cuenta de que en realidad hay por lo menos tres tipos de ellos.

Los piratas tradicionales con nuevas herramientas son los que utilizan la tecnología para robar, asaltar, y en general apropiarse de lo ajeno (por lo menos ahora no asesinan). Estos son criminales comunes, ladrones que utilizan el teclado para robar y esconderse. Las estadísticas de estos incidentes son, desafortunadamente, muy escasas, ya que las más de las veces se prefiere asumir la pérdida en silencio.

Otro tipo de pirata (criminal) es aquel que escribe virus. Tiene la cobardía en común con los criminales tradicionales, pero su motivación no es el lucro, su único anhelo es hacer el mal, sin importar a quién o a dónde. Son la maldad personificada.

Se dice que el primer virus fue desarrollado por un programador (seriamente trastornado) en un afán de castigar a quienes osaran copiar sus programa ilegalmente.

Ni respeto ni perdón. Noticia reciente: en lo que va del año, los virus han causado $7.300 millones en pérdidas. A este ritmo, muy pronto los virus informáticos podrían ser el desperdicio más grande de la historia. El problema del año 2000 es un desperdicio, ya que consume enormes recursos y no agrega valor, pero no se hizo adrede, y sabemos que va a desaparecer tan inexorablemente como va a suceder. Los virus por otra parte, parecieran estar apenas empezando. Un programador que escribe un virus no merece ningún respeto (y tampoco perdón).

Los virus no solo consumen recursos cuando logran su cometido (destruir la información ajena) sino que obligan a organizaciones serias a "invertir" ingentes recursos para evitar la infección. Estos recursos son tiempo, esfuerzo, atención, capacitación, etcétera. El código ético de los informáticos requiere un total repudio a este tipo de criminal.

El tercer tipo de pirata, el más conocido, no es tan malo, sino estúpido. Es aquel que hace copias ilegales de software. Esto es un robo como cualquier otro. Con frecuencia estos piratas intentan excusas como: el precio desmedido, el costo cero de cada copia adicional, la mala calidad o el hecho de que el dueño no pierde posesión. La estupidez de este tipo de pirata es clara, no solo por lo injustificable del robo, sino porque al robar favorece al dueño y se perjudica a sí mismo.

Monopolio. Para el consumidor, de cualquier producto, no hay nada más perjudicial que un monopolio, aunque lo llamen estándar de facto. ¿Qué mejor manera de instaurar un monopolio que promoviendo la piratería? Esto se logra distribuyendo copias ilegales, produciendo software fácil de copiar o haciendo ambas cosas. Una vez establecido el monopolio, todos los usuarios deben pagar, no tienen alternativa. Solo hace falta contratar abogados para cobrar el software, solo es cuestión de tiempo.

En el software, como en cualquier otro producto, la primera víctima del monopolio es la calidad. Actualmente hay cientos de millones de usuarios que aceptan reiniciar la computadora cada vez que el software deja de funcionar (en ocasiones, varias veces el mismo día). En un mundo sin piratería, y por lo tanto sin monopolio (con alternativas), eso sería inaceptable.

Una vez que los piratas se den cuenta de que son víctimas de su propia estupidez, florecerá un nuevo modelo de negocios, posiblemente basado en la iniciativa de software de código abierto (open source). En este modelo, el talento de los programadores se encauzará hacia producir mejor software, software del que se puedan sentir orgullosos. Eso, obviamente, no incluye virus ni software defectuoso (el que deja de funcionar en cualquier momento).

Artículo publicado en el periódico La Nación