En la vida de las personas, empresas, instituciones y países, todos tenemos que lidiar con problemas legados. Problemas ocasionados por quienes nos precedieron suelen ser los más difíciles de enfrentar. Para muestra, el déficit fiscal.
La opción más fácil e irresponsable es heredar los problemas heredados, hasta que el problema se torna crítico, las cosas dejan de funcionar, y la crisis resultante causa enorme daño y sufrimiento que pudo ser evitado con un poquito de responsabilidad. Para muestra, Argentina.
Actitud irresponsable. Recientemente, el ministro de Hacienda citó a un expresidente que decía: "Si no está "descocherado", no lo arregle!". Don Jorge Wálter, con su característica seriedad y responsabilidad, de seguido indicó que esa cita no aplica en el caso del problema fiscal, ya que sería enormemente irresponsable esperarse a caer en una crisis como la de Argentina antes de enfrentar el problema. Yo no podría estar más de acuerdo. Desafortunadamente, la actitud irresponsable de dejar los problemas legados para que los resuelvan los que vienen detrás está muy arraigada en este país de Dios.
Durante un período parecido al problema fiscal (más de 30 años) las instituciones en Costa Rica han venido gastando ingentes sumas en sistemas de cómputo de tecnologías propietarias. Desde hace más de 10 años, esas tecnologías están obsoletas, sus costos de operación son por lo menos un orden de magnitud superiores a lo que serían con tecnologías modernas, abiertas (basadas en estándares de la industria). Cierto es que ninguno de los funcionarios actuales es responsable de la instalación inicial de dichas tecnologías, que el problema no es de solución fácil o inmediata, pero es (por lo menos) irresponsable seguir pateando la bola hacia delante.
Dinosaurios tecnológicos. Si bien el problema de los sistemas legados no tiene (todavía) las dimensiones del problema fiscal, los montos no dejan de ser importantes (decenas de millones de dólares de exceso de gastos). Pero lo más importante bien puede ser lo que se deja de hacer debido a la insuficiencia tecnológica. Mientras las instituciones cuenten con sus dinosaurios tecnológicos, el gobierno digital que tanto se ha comentado está en la cola de un venado, no tanto por incapacidad tecnológica (ya que es técnicamente posible), sino por la enorme complejidad que resulta al construir interfases modernas a sistemas obsoletos (vestir a la mona de seda).
Pretender tapar el Sol con un dedo (al intentar construir un gobierno digital basado en dinosaurios tecnológicos) no solo no resuelve el problema, sino que lo agrava. Aumentar la complejidad de sistemas que hoy son casi imposibles de mantener es construir un problema, con premeditación y alevosía, para dejárselo de herencia a los que vienen detrás.
Artículo publicado en el periódico La Nación