Proyectos de modernización

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Pareciera que siempre hemos tenido proyectos de modernización. Uno pensaría que, de tanto modernizar, algún día podríamos dejar de hacerlo, es decir, estaríamos al día. Entonces, ¿cómo es que cada vez hay más proyectos de modernización?, ¿será que los proyectos duran tanto que para cuando terminan de modernizar, el resultado está también obsoleto? O ¿será que muchos de los llamados proyectos de modernización fracasan?

En el campo de la tecnología, por ejemplo, sabemos que la mayoría de los sistemas que hace 20 años llamamos dinosaurios tecnológicos hoy siguen siendo objeto de proyectos de modernización. Es cierto que el mundo cambia cada vez más rápido, no solo la tecnología, sino ahora también la economía, los modelos de negocio y las llamadas “mejores prácticas”. La velocidad de cambio ciertamente hace más difícil evitar la obsolescencia, pero hay que estar claros de que no todos los países ni todas las organizaciones sufren de obsolescencia en el mismo grado. De hecho hay algunos, los innovadores, que podríamos considerar responsables de la obsolescencia de los demás (como también podríamos considerar que el frío está en las cobijas).

En países como Singapur, en donde tienen muy claro el costo de la obsolescencia, nunca se ven proyectos de modernización; probablemente los tuvieron hace 30 años, pero ahora no. En algunos países, si se tiene claro el impacto de la obsolescencia en la productividad y la competitividad, la actitud normal y corriente, tanto en el sector público como en el privado, es evitar la obsolescencia como la plaga. Solo es necesario desarrollar proyectos de modernización cuando se cae en obsolescencia. Para evitar la obsolescencia, hace más falta integridad que recursos.

Es contradictorio aducir que la obsolescencia se debe a la escasez de recursos, esto por cuanto la obsolescencia siempre acarrea mayores costos e ineficiencias. Aun en casos en que, ya sea por distracción, ineptitud, corrupción, o todos los anteriores, se llega a caer en la obsolescencia, la viabilidad financiera de los proyectos de modernización es tan clara que se hace difícil entender cómo es que terminan países sumidos en un círculo viciosos de obsolescencia, ineficiencia y pobreza (asumiendo, eso si, falta de ignorancia).

Proceso. Para mi, es claro que la búsqueda de la modernización debe ser un proceso y no un proyecto. Un proceso de actualización constante. La actualización requiere estudio e investigación, requiere una constante medición del desempeño, y requiere honestidad, integridad y liderazgo para mantener el rumbo.

Si la obsolescencia tecnológica es muy dañina para un país, la obsolescencia económica y política puede ser devastadora. El mundo cambia y las ideas se gastan, aun las que alguna vez fueron buenas.

La resistencia al cambio es una de las mayores fuentes de obsolescencia que un pueblo puede sufrir. Perseguir y defender la estabilidad en y por sí misma, y no como resultado del cambio continuo, es atentar de frente contra el progreso y el desarrollo.

La crisis financiera nos trajo la recesión. Eso es, sin duda, malas noticias, pero también son buenas noticias. La crisis es el arma más poderosa contra la resistencia al cambio. En estos momento ni los imbéciles proponen seguir haciendo lo mismo de la misma manera. Habrá, eso sí, quienes se queden queditos esperando que otros tomen las decisiones y asuman los riesgos, pero, al hacerlo, se retratan de cuerpo entero, y esos retratos nos acompañarán a la salida de la recesión como facturas al cobro.