Si fuera mañana

Julio 31, 1998 - Publicaciones

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Si mañana fuera 1º de enero del año 2000, es muy probable que la mayoría de las instituciones y de las empresas dejarían de funcionar. En Costa Rica ni siquiera tenemos un estimado de los daños, pero muchos saben que serían cuantiosos, mucho más que cualquier desastre nacional que hayamos tenido. Es un problema de todos (no es un problema de los informáticos, del gobierno, o de los bancos. Es de todos).

Si las organizaciones de un país dejan de funcionar, lo único imaginable es el colapso económico. La gran mayoría de las organizaciones hoy en día no son capaces de funcionar sin sus sistemas basados en computadoras (grandes, medianas, pequeñas o diminutas).

Corregir el problema no es difícil. El problema es hacerlo a tiempo. El problema es grande y complejo porque son miles de organizaciones, y todas tienen relaciones con muchas otras, nadie existe asilado. Cada organización típicamente tiene miles de programas y cientos de computadoras y equipos con "microchips" incorporados. Aunque una organización corrija todos sus sistemas y equipos electrónicos, sigue expuesta a que clientes y proveedores de bienes y servicios, corrijan o no los suyos. La cadena económica es únicamente tan fuerte como el eslabón más débil.

Liderazgo para el cambio. Las instituciones estatales, por su naturaleza, son proveedores de servicios de todos (organizaciones e individuos). Si alguna de las instituciones interrumpiera sus servicios por un período de semanas o meses, los daños que esto le ocasionarían al país son mucho más cuantiosos que si fallara cualquier organización privada. Necesitamos que los bancos, ministerios, hospitales, registros, servicios de emergencias, y todos las empresas de servicios públicos (agua, luz, teléfono, etc.) nos convenzan a los usuarios que esto no va a suceder. En esta ocasión la fecha no es negociable, no hay nadie a quien se le pueda hablar para que nos den una prórroga, no es cierto que hay más tiempo que vida.

En cada organización debe haber una persona encargada de dirigir y coordinar todos los esfuerzos para corregir el problema. Escoger dicha persona es fácil. Debe ser el mejor director de proyectos disponible, punto. Si hay que detener o posponer otros proyectos, que así sea. A nivel nacional, es improcedente discutir si el problema es del Ministerio de Economía, del Ministerio de Ciencia o de alguna comisión de burócratas (creada especialmente para este problema, o desempolvada para la ocasión). Me parece obvio que la Comisión Nacional de Emergencia tiene el deber de dirigir y coordinar los esfuerzos nacionales para evitar el desastre. Un desastre que tiene fecha y hora.

Cuatro condiciones. A diferencia de otros desastres nacionales, además de tener fecha y hora, tiene responsables. Los responsables no seremos los programadores de hace 25 años, tampoco serían responsables los programadores de hoy, ni los gerentes, jefes, o directores de sistemas o cómputo. Los responsables serían los jerarcas de las organizaciones. Todos aquellos con la autoridad y la responsabilidad de asignar recursos y prioridades, podrían ser responsables de negligencia.

Para prevenir el desastre necesitamos jerarcas con cuatro cualidades básicas: 1. la autoridad para asignar recursos, 2. el liderazgo para forzar el cumplimiento a tiempo, 3. la disciplina para limitarse al problema, y 4. la previsión de contar con un Plan B. De antemano, sabemos que los recursos que se asignen a este problema no pueden considerarse como inversión. Son gasto y del peor. Son gasto que no agrega valor. Hay que gastar un montón de plata para quedar igual.

Cumplimiento a tiempo en nuestro país es de lo más difícil, ya que existe la impresión de que hay más tiempo que vida. Aquí todo se atrasa, construcciones, reuniones, entregas, despachos y, por supuesto sistemas. Hay que tener muy poco contacto con la realidad para pensar que este proyecto será diferente, a menos que sea manejado de una manera totalmente diferente (por ejemplo con seguimiento obsesivo desde el más alto nivel).

Actuar ya. Aquellos que pretenden aprovechar la ocasión para hacer toda clase de mejoras a sus sistemas, tienen instintos suicidas. Este no es el momento para hacer mejoras, debemos arreglar el problema ya, este año. Si después queda tiempo, entonces los pueden rociar de canela y ponerle lacitos en las puntas.

Hay tres maneras de arreglar el problema (reemplazar, remendar o reescribir). Cada una tiene sus riesgos y sus costos. Apostar la empresa o la institución a una sola de ellas es irresponsable. La prudencia dicta que los proyectos del año 2000 deben contar con un plan de contingencia.

No es cierto que ya es muy tarde, tampoco es cierto que todavía falta mucho. Lo que sí es cierto es que no hay tiempo para ponerse a pensarlo mucho o hacer evaluaciones exhaustivas de métodos y herramientas. Es muy probable que no todas las organizaciones logren salvar todos sus sistemas, es casi seguro que habrá bajas. La cancha está claramente marcada, la tarea es corregir el problema bajo un estricto esquema de administración del riesgo. Hay que actuar ya

Artículo publicado en el periódico La Nación