La tecnología debería mejorarnos la vida, no esclavizarnos. Cada vez vemos más y más ejemplos de cómo la tecnología nos crea dependencia. No es extraño ver gente, que aparenta ser perfectamente normal, haciendo ejercicio con el celular al cinto (¿la idea del ejercicio no es reducir el estrés?), jóvenes que no pueden durar media hora sin enviar o recibir mensajes de texto, adultos que no pueden acostarse sin revisar el correo electrónico.
Para mi no está claro ni es obvio si la conducta patológica es resultado de la tecnología, estimulada por la tecnología o solo externada por ella. Pero, al aparecer nuevas y mejores tecnologías, este tipo de conducta pareciera ir en aumento. Uno podría pensar que, una vez asimilada la tecnología –cuando deja de ser novedad–, la conducta patológica tendería a desaparecer, pero ya tenemos 15 años de andar con celulares y la situación solo parece empeorar.
Coordenadas en el reloj. Una tecnología que está esparciéndose muy rápido son los sistemas de posicionamiento global (GPS), que es una gran tecnología y, entre otras cosas, tiene el potencial de resolver el eterno problema de las direcciones en Costa Rica o, más precisamente, la ausencia de ellas. Con coordenadas globales, fáciles de leer y encontrar, ya no vamos a necesitar direcciones físicas: ni higuerones ni pulperías ni antiguas farmacias. Ya hay más de un entusiasta que firma sus correos electrónicos con las coordenadas exactas en las que se encontraba en el momento de escribir. Hoy eso no es muy útil ya que la cantidad de gente que posee equipos GPS es muy pequeña. Pero eso podría cambiar rápidamente; en muy pocos años podríamos andar todos con dispositivos capaces de darnos las coordenadas exactas en el planeta –o indicarnos cómo llegar a determinadas coordenadas– dentro del reloj de pulsera. No quiero ni pensar en las conductas patológicas que esta tecnología podría generar o, más bien, va a generar.
Ahora bien, no solo la gente se hace adicta a la tecnología, las empresas e instituciones también. Por ese motivo las grandes organizaciones invierten ingentes recursos en garantizar la continuidad de sus operaciones en el caso que se interrumpan los servicios de la tecnología. El problema serio lo tienen las pequeñas empresas. Recientemente he recibido varios comentarios de pequeñas empresas que han invertido en conectividad y hoy su negocio depende de estar conectados. La gran decepción viene cuando se interrumpe el servicio, al parecer con el servicio de cable módem sucede con bastante frecuencia. En este país donde hay poca competencia –las empresas proveedoras se reparten el territorio–, ante la queja del empresario, la respuesta es: “El servicio se restaurará tan pronto como se localice y repare la falla”. ¿Y mientras tanto? ¡Salados! La idea de brindarle al usuario una conexión conmutada mientras dure la falla es un aspecto totalmente ajeno a la manera de operar en Costa Rica.
Hasta en misa. Desafortunadamente todas las tecnologías parecieran tener doble filo. La educación y cultura son fundamentales para su buen aprovechamiento. En Costa Rica suenan celulares hasta en misa.
Hay varias tecnologías nuevas que se nos vienen muy rápido (Juan Enríquez nos habla del “futuro que te alcanza”). La biotecnología tiene el potencial de traer cambios más radicales y profundos que la computadora e Internet –el celular no existiría si no hubiese computadoras–, pero la gran mayoría en este país de Dios cree que el asunto de la biotecnología no los va afectar. Juan Enríquez demuestra claramente que la biotecnología nos afectará a todos, y más pronto y más profundamente de lo esperado.
Artículo publicado en el periódico La Nación