años, en una conferencia del Club de Investigación Tecnológica, un buen amigo nos decía estar en desacuerdo con la obsesión por tener siempre la última tecnología. Ponía como ejemplo el procesador de palabra que él utilizaba para escribir cartas y memorandos. Adquirir la nueva última versión del procesador de palabras en cuestión, no solo involucraba tiempo y dinero (para comprar instalar y aprender), sino que además obligaba a comprar un computador nuevo. Y todo esto, nos decía, para seguir escribiendo las mismas cartas y memorandos, can la misma (buena o mala) redacción y ortografía.
El conferencista, quien además es un empresario muy exitoso, apuntaba que la obsesión por tener la última tecnología era comparable con la de tener el auto último modelo, cuando el auto actual todavía cumple sus funciones perfectamente. Mientras que los automóviles cumplen funciones que van más allá del transporte, como el estatus y el soporte al ego, de la tecnología empresarial difícilmente puede decirse lo mismo.
Sin embargo, afortunada o desafortunadamente, las nuevas tecnologías son cada vez más variadas y nos llegan cada vez más rápido. Hace un poco más de 100 años, la industria de manufactura de látigos era muy próspera y rentable. Los empresarios de la industria de látigos nunca vieron en el automóvil al enemigo que terminaría con ellos.
Hay tecnologías que son verdaderamente disruptivas. Tecnologías que cambian la manera de competir, o cambian el alcance de los mercados, o en general cambian el modelo de negocios disponible, son potencialmente devastadoras para quienes las ignoran o rechazan. La clave es saber distinguir entre modas y mejoras incrementales de tecnologías, y las verdaderas tendencias tecnológicas (sustentadas por sólidos modelos económicos). El problema es que cada vez hay menos tiempo para hacerlo.
Nuevas tecnologías. Este año recesivo, que muchos quisieran olvidar, han aparecido y tomado auge (en parte debido a la recesión) varias tecnologías que mal haríamos en ignorar. En particular, se distinguen “computación en la nube”, y “medios sociales”. Son dos tecnologías muy diferentes, ambas sustentadas en el rapidísimo crecimiento de las comunicaciones de banda ancha, la drástica caída en el costo del almacenamiento y procesamiento de datos, y la madurez de arquitecturas y técnicas de desarrollo de software.
El crecimiento de las comunicaciones de banda ancha supera, por mucho, el crecimiento exponencial del poder de cómputo (ley de Moore). Cada vez es menos relevante dónde se encuentren los datos, los usuarios y los clientes. Cada vez nos acercamos más rápido a la muerte total de la distancia ( The Death of Distance , F. Cairncross, 1997).
Sentirse más seguro porque “tengo mis datos en mi servidor, en mi edificio” tiene cada vez menos sentido. La computación en la nube, debido a las economías de escala, ofrece diferencias en costos que restan competitividad al que no las utilice. Adicionalmente, la nube evita dedicarse a cosas que no son centrales al negocio, como administrar correo electrónico, que distrae de labores fundamentales, como ofrecer más y mejores sistemas y servicios a los usuarios.
La llegada de la nueva generación al mercado laboral, ha traído con ellos los medios sociales como herramientas de comunicación multidireccional, modelos de compartir ideas y experiencias, más poderosos que cualquier enfoque de mercadeo anterior. Estas herramientas traen alcances y contagios virales (de marcas e ideas), capaces de lograr, a una fracción muy pequeña del costo anterior, resultados realmente asombrosos. Pero los medios sociales no son únicamente una poderosa arma de mercadeo, también son una herramienta de reclutamiento y capacitación de personal y, ¿por qué no?, un nuevo canal de distribución.
Mucho se dijo a inicios de este año: la recesión es el momento de implementar cambios. Los que salgan de la recesión con los mismos procesos, tecnologías y modelos de negocios con que entraron, no llegarán muy lejos. Así, desaprovechar las enormes economías de escala que ofrece el nuevo mundo conectado, es, hoy, más debilitante que lo fue desaprovechar las economías de escala de la Revolución Industrial
Artículo publicado en el periódico La Nación