Recientemente escribí sobre la repercusión que tendrán algunas tecnologías exponenciales en nuestra manera de vivir, en el futuro cercano (10 años).
Me referí a vehículos autónomos o sin chofer, impresión en tres dimensiones (3D), energía solar e inteligencia artificial. Estas tecnologías afectan, al mismo tiempo, el mercado laboral y la generación de riqueza y bienestar. Pero eso no es todo, además están la robótica, la nanotecnología, la biotecnología, la Internet de las cosas y la genómica, desarrollándose a ritmo exponencial y teniendo consecuencias en el mundo al mismo tiempo.
Es como una “tormenta perfecta”, donde no solo se juntan muchas tecnologías con capacidad para interrumpir industrias, sectores y economías enteras, sino que lo hacen a una velocidad exponencial.
Las funciones exponenciales se las explicaban a uno en el colegio, ahora probablemente son materia escolar, pero rara vez han sido bien entendidas.
La ley de Moore es un claro ejemplo de una función exponencial. El expresidente de Intel Gordon Moore dijo en 1965 que cada dos años se duplica el poder de cómputo por dólar; así es como mi teléfono es 15.000 millones de veces más poderoso, por dólar, que la única computadora del Ministerio de Hacienda en 1978.
Hace 14 años, secuenciar el genoma de un ser humano costó $100 millones, hoy cuesta $1.000, y dentro de 10 años costará unos pocos centavos.
Hace 20 años, un GPS costaba miles de dólares y pesaba varios kilos; hoy valen unos pocos dólares y vienen incluidos en los teléfonos.
Los sensores y actuadores que utilizábamos hace 25 años en la industria para el control automático, hoy cuestan centavos y están en todas partes, además de en los teléfonos.
Cambios globales. Está claro que el cambio es global y afectará a todos los sectores. Algunos países aprovecharán los cambios para aumentar la productividad y dar un salto.
Muchas empresas desaparecerán, sectores y países enteros pueden pasar a la irrelevancia, mientras que empresas, industrias y sectores nuevos aparecerán y crecerán a velocidad exponencial.
Si uno da 30 pasos de un metro cada uno, termina a 30 metros de distancia. Pero si cada paso mide el doble del anterior (1, 2, 4, 8, 16…), en 30 pasos (“exponenciales”) terminaría a mil millones de metros de distancia (26 vueltas a la Tierra). Esta es la diferencia entre una función lineal y una exponencial.
El sector salud será, sin duda, uno de los más afectados. El estudio de McKinsey del 2013 Tecnologías disruptivas: avances que transformarán la vida, los negocios y la economía global calcula el impacto (si la economía de Costa Rica mantiene la proporción del PIB global), entre $2.500 millones y $5.400 millones anuales. Eso es, más o menos, el tamaño del sector salud de hoy.
La salud se verá afectada por la inteligencia artificial (mejores diagnósticos), por Internet de las cosas (monitoreo continuo de enfermedades crónicas y eliminación de medicamentos falsos), por robótica quirúrgica (reducción masiva de incapacidades), por la posibilidad de prevenir enfermedades a partir de la lectura y escritura del genoma de cada uno y por otros desarrollos que no entiendo.
Tal vez el dinero no sea la mejor forma de medir la repercusión de la tecnología en la salud, pues el resultado será, sin duda, la longevidad. El vivir más no sé si es una buena o mala noticia.
Si en los próximos 15 años la esperanza de vida aumentara 20 años y no aprendemos a reentrenarnos y reeducarnos sumamente rápido, no solo quebraremos los sistemas de pensiones, sino que nos moriremos de aburrimiento, literalmente.
Nada de esto es especulación, ni ciencia ficción, ni algo que tal vez suceda. Está sucediendo. La pregunta es: ¿Qué vamos a hacer al respecto?
Existen muchas opciones: no hacer nada, y si el futuro nos aplasta, le pedimos a la Virgen de los Ángeles que nos ayude. También podemos volvernos luditas, poner un ejército de abogados a diseñar regulación y legislación que evite la entrada al país de tecnologías exponenciales (¿soberanía tecnológica?). O podemos adoptar una estrategia de seguidores veloces, no hacemos nada, pero estamos ojo avizor, y cuando otros países hagan algo bueno, lo copiamos a gran velocidad.
Yo propongo acelerar el futuro, vayamos a buscarlo antes de que nos caiga encima, tomemos ya las decisiones difíciles para desarrollar y aprovechar las tecnologías exponenciales antes que los demás, y si nos equivocamos, nos levantamos, nos sacudimos y volvemos a intentarlo.
Artículo publicado en el periódico La Nación