El procesamiento electrónico de datos comenzó en la década de 1950 para llevar las cuentas y el registro de actividades en las organizaciones. Al poco tiempo inició el interés por auditar los sistemas de información, los procesos de negocios apoyados por estos, los datos financiero-contables, la infraestructura tecnológica y la seguridad informática.
Se someten a examen las actividades apoyadas por las TIC para revisar los controles, el cumplimiento con políticas y regulaciones, así como el grado en el cual estas apoyan la eficiencia, eficacia y rentabilidad económica.
Estas auditorías ayudan a las organizaciones a evaluar la manera en que hacen sus negocios o proveen sus servicios apoyados por TIC, buscando proteger los intereses de socios, empleados y clientes. Esto permite validar la seguridad, confiabilidad, integridad y privacidad de los sistemas de información.
Los auditores informáticos pueden recomendar cambios en los procesos de negocios para lograr los objetivos económicos o sociales de la organización. También es posible que las investigaciones revelen fraudes, desperdicios o abusos. Los auditores informáticos modernos proceden de manera sistemática en sus estudios, planificando sus acciones y enfocándose en las áreas de mayor riesgo.
Dada la dependencia creciente de las organizaciones en las TIC y el surgimiento de normativa para su buen gobierno, el auditor informático también trabaja como consejero empresarial, asesorando en cuanto al establecimiento de políticas y estándares que aseguren la información y el control de las TIC.
El campo ha ido creciendo en amplitud y profundidad. En el país se ofrecen algunos programas de posgrado que especializan en el tema a Contadores Públicos Autorizados, informáticos y otros profesionales de administración e ingeniería.
Artículo publicado en el periódico El Financiero