Ciencia o tecnología

Abril 26, 2006 - Publicaciones

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Existe la creencia de que la ciencia y la tecnología son como el arroz y los frijoles: van juntos naturalmente. Incluso una de las muchas definiciones de tecnología dice que es la aplicación práctica de los adelantos de la ciencia. Esto sugiere que la tecnología debiera tener bases científicas sólidas, para lo cual es necesaria una relación estrecha entre los centros de investigación científica y los de desarrollo tecnológico.

Pero resulta que el asunto no es tan fácil. En algunos países -Costa Rica es ciertamente uno de esos-, la relación entre los científicos y los tecnólogos es fría y distante en el mejor de los casos.

La ciencia en Costa Rica es resorte exclusivo del ambiente académico (en su enorme mayoría, si no la totalidad, centrado en las universidades públicas), mientras que la tecnología es del resorte de empresarios y gente que, en general, en lugar de preocuparse por el conocimiento, se preocupa por las utilidades.

Negocio multimillonario. Y es que la tecnología se ha vuelto un negocio de billones (millones de millones) de dólares, lo cual ha estimulado el desarrollo tecnológico al punto de sobrepasar el desarrollo científico. Es decir, hoy tenemos tecnología disponible que no cuenta con una base científica sólida, tecnología muy exitosa, e incluso algunas con rentabilidades descomunales.

Para muestra, un botón de tecnología de información. Un producto de software que falla sin aviso y, después de que falla, nadie puede determinar por qué (incluso, a muy pocos les importa), sino que sencillamente vuelven a arrancar el programa y pierden el trabajo desde la última vez que “salvaron”.

Un producto como ese no puede estar basado en conocimiento científico; eso es, como dicen los gringos, un “hack” o, como dicen lo ticos, un “maguiver”.

Hablar hoy de ciencia de software o incluso de ingeniería de software es abusar de las palabras. Hay, sin duda, muchos científicos muy buenos que trabajan en la dirección correcta, tratando de sentar las bases científicas del software; el problema es que esa misma gente, si compromete sus principios académicos, puede pasar de un nivel de vida académico a la opulencia, de la noche a la mañana.

Esa es la base del divorcio entre la ciencia y la tecnología, que en el campo de la computación se ha visto exacerbado, pero el problema existe en muchos países (como Costa Rica) en todos los campos del conocimiento humano en los que la ciencia tiene un potencial tecnológico.

En algunos países desarrollados, la relación entre la academia y la industria es mucho mejor que en Costa Rica; los académicos viven mucho mejor y disfrutan de mucho más status que aquí, pero muchas veces eso se logra a cambio de la integridad científica de los investigadores. Cuando los investigadores no son ciegos al origen de los fondos de investigación, es muy difícil no comprometer los resultados de la investigación. Por otro lado, cuando los investigadores son más papistas que el Papa, e insisten en una lentitud totalmente desligada de la realidad, los empresarios pierden la paciencia y retiran los fondos.

Escasas posibilidades. La parte más difícil parece ser lograr la confianza y el respeto necesarios entre los científicos y los empresarios. En Costa Rica no se pueden ni ver; ciertamente, no confían los unos en los otros, y menos aún se entienden. Los académicos parecen creer que la plata y las utilidades en sí y por sí son malas, mientras que los empresarios que viven presas de las fechas y los resultados, no entienden, ni creen, que hay más tiempo que vida. Si a todo esto le agregamos la manía que tenemos los ticos de contarle la plata al vecino, vemos que la ciencia y la tecnología no tienen muchas posibilidades de convivir en paz y armonía.

Pudiera ser que armonizar la ciencia con la tecnología en Costa Rica sea demasiado difícil, en cuyo caso mejor haríamos separándolas. Es, de por sí, un hecho que la ventaja que ofrece la tecnología es mayor en la manera de utilizarla que en poseerla o desarrollarla (claro es que, si la desarrollásemos y además la utilizáramos de manera especial, nos perderíamos de vista, pero hay muchos indicios de que en Costa Rica no queremos perdernos de vista, ni siquiera en Centroamérica).

Ciertamente suena derrotista el proponer que en Costa Rica deberíamos separar a la ciencia y la tecnología, pero hay que ser realistas. Nada hacemos atacando problemas que no vamos a poder resolver o, peor aún, ignorarlos como si no existieran.

Artículo publicado en el periódico La Nación

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