Ciudades analógicas

Septiembre 12, 2016 - Noticias, Publicaciones

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Recientemente La Nación publicó un interesante artículo de opinión acerca del costo de la anarquía. En este artículo, los autores, Carlo Ratti y Dirk Helbing, describen la tensión entre la optimización y la innovación. Hacia el final del texto mencionan que si la naturaleza hubiera optimizado la evolución evitando las mutaciones aleatorias, probablemente nuestro planeta estaría hoy habitado por organismos unicelulares altamente eficientes.

El costo de la anarquía es el costo asociado al azar con el que los componentes de un sistema, o los habitantes de una ciudad, se comportan. En ciudades digitales en las que se recaba toda clase de información en tiempo real, se pueden realizar análisis predictivos utilizando grandes bases de datos ( big data ) y, por ejemplo, se puede predecir el comportamiento de los conductores y ajustar el sistema de semáforos, en tiempo real, para minimizar las presas.

Retti y Helbing alertan contra el peligro de excedernos en el uso de algoritmos centralizados de optimización: eliminar las chispas de creatividad que llevan a la innovación.

En las ciudades analógicas, donde no se puede recabar información y nadie sabe lo que está sucediendo en ningún momento, y todos hacen lo que mejor les parece, la anarquía reina. El costo de la anarquía en ciudades analógicas crece más que proporcionalmente con el tamaño de la ciudad.

Cuando el transporte público no funciona, y el privado tampoco, los habitantes de la ciudad desperdician enormes cantidades de tiempo, energía, salud y motivación. La productividad sufre y la creatividad desaparece bajo el peso de la anarquía.

Por suerte ya no es necesario ejecutar proyectos faraónicos centralizados (y condenados al fracaso) para producir ciudades digitales. Nuevas tecnologías, como cómputo en la nube e Internet de las cosas, han reducido muchísimo el costo –sobre todo, el gasto de capital– y el tamaño de la tarea.

Definición

Ahora no solo es posible, sino que se puede argumentar necesario, matar el burro a pellizcos. Tampoco es necesario, o prudente, que los pellizcadores sean un grupo centralizado de brujos, o altos sacerdotes tecnológicos. Solo es necesario definir cómo se intercambiarán datos los diferentes módulos (transporte, iluminación, parqueos, esparcimiento, recolección de basura, seguridad, etc.).

Ahora bien, cuando empiezan a recabarse datos del movimiento de vehículos y personas, inmediatamente aparecen problemas de privacidad y confidencialidad.

Los sistemas digitales centralizados son famosos por su vulnerabilidad, y no solo los de las instituciones públicas en países con ciudades analógicas, casi todos los sistemas centralizados son vulnerables.

Con gran esfuerzo y costo se implementan mecanismos de separación de funciones que obligan a la colusión para violar el sistema. También se establecen mecanismos criptográficos sofisticados que neutralizan en gran parte la posibilidad de obtener acceso por la vía de la fuerza bruta (intentando todas las combinaciones posibles).

Pero todos los sistemas centralizados presentan la debilidad de tener un “administrador” del sistema, la gran mayoría de los cuales son perfectamente honrados y nunca toman tragos en lugares públicos, ni son sujetos a ingeniería social.

El costo efectivo de mantener sistemas centralizados seguros puede ser más elevado que el costo de algunas violaciones, o puede disuadir la digitalización del todo, extendiendo así el reinado de la anarquía.

Base de datos distribuida

Imaginemos una base de datos distribuida (reside en muchos computadores) que funciona con software abierto (cualquiera lo puede inspeccionar) y que garantiza que una vez que una transacción se registra, esta es inmutable e incensurable.

Una base de datos en la que nunca hay duda de cuál es la verdad, ya que la veracidad de las transacciones no es cuestionable, y que además el dueño de la información (el sujeto) es quien decide quién, cuándo y cómo se puede acceder dicha información.

Semejante sistema cambiará muchas cosas. Por un lado, al no ser centralizado, los algoritmos de optimización se pueden ejecutar de manera distribuida, permitiendo así el azar entre grupos mientras se optimiza dentro de los grupos, o viceversa.

Por otro lado, si este sistema es totalmente seguro y no requiere de un administrador (se administra solo) se logra, por primera vez en la historia, implementar confianza sin necesidad de intermediario (bancos, gobiernos, Iglesias, etc.), reduciendo además el costo.

Adicionalmente, al funcionar con software libre, los costos de construcción y mantenimiento serán mucho menores. Al garantizarse la privacidad de los datos y publicarse abiertamente todos los datos no confidenciales (por ejemplo, datos agregados), se derrota la resistencia al cambio, ya que el único motivo restante para oponerse a la digitalización es la corrupción.

Hace tan solo cinco años, cuando un grupo fuimos a Bilbao a conversar acerca de ciudades digitales, la tecnología para digitalizar las ciudades analógicas de manera eficiente y transparente no existía. Ya existe, me referiré a ella un día de estos.

Artículo publicado en el periódico La Nación

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