A ingenieros e informáticos se nos estereotipa como ‘cuadrados’. Nuestro arquetipo es un nerdo, con anteojos, no muy a la moda y aficionado a los chunches tecnológicos. Nos dibujan como gente que pasa las horas frente a la pantalla, sin mirar a los lados ni relacionarnos con quienes nos rodean.
Las universidades han tendido a reforzar la formación en las áreas técnicas y las científicas, con poco espacio para desarrollar habilidades llamadas ‘blandas’, de socialización, colaboración, comunicación, disciplina de trabajo, honestidad, integridad, motivación e iniciativa.
En diciembre de 1999, cuando se gestaba Cenfotec, validamos con colegas de 13 empresas una conjetura: a la par de los conocimientos técnicos, les preguntamos el grado de importancia que concedían a que futuros profesionales manejaran temas como redacción técnica, capacidad de trabajo en equipo y habilidades comunicativas. Hubo más consenso alrededor de esos temas no técnicos que sobre los técnicos.
Eso nos puso a trabajar, desde el 2000, en un enfoque educativo en el que el desarrollo de las habilidades sociales, de comunicación y de colaboración se integra con el aprendizaje de métodos, tecnología y proceso de ingeniería. La experiencia de trabajar en equipo hace al individuo más eficaz al incorporarse a la vida laboral.
Hoy día, los educadores en ingeniería han reconocido la importancia de una formación integral de los futuros profesionales, con programas que sean pertinentes, atractivos y conectados, que incorporen trabajo y aprendizaje en equipo, comunicación, liderazgo, perspectiva de sistemas, apreciar la diversidad, conocimiento de diferentes culturas y prácticas de negocios, comprensión de la Ingeniería como algo global, respeto por impactos sociales, económicos y ambientales de la profesión, desempeño ético y reconocer la necesidad de seguir aprendiendo en la carrera.
Artículo publicado en el periódico El Financiero