El grado de confusión que existe alrededor del software, si es libre, abierto, propietario o no, hace sospechar que esta ha sido creada y fomentada por quienes se benefician de ella.
Tal vez deberíamos crear el término de software cerrado para denotar aquel que no es abierto, es decir el que genera dependencia del proveedor. El abierto se ajusta a estándares abiertos, eso garantiza al cliente que lo puede cambiar por cualquier otro software que se ajuste a dichos estándares, los que no son definidos por los proveedores.
Los estándares abiertos son definidos por organismos internacionales independientes. Algunos proveedores participan de dichas iniciativas, otros son tan dominantes que no lo hacen.
Para que un estándar se considere abierto, debe no solo ser definido por un ente internacional independiente, sino también utilizando un proceso abierto. Un proceso abierto permite a todos ver lo que se propone y se dispone durante el mismo y el código de referencia resultante queda a disponible de todos para su inspección.
Como se ve, el software abierto, es una iniciativa liderada por usuarios (muy grandes) para lograr su independencia tecnológica. No todos los tipos de software están ya disponibles con estándares abiertos.
La confusión viene con el software libre (en la que el autor regala su propiedad intelectual) ya que la mayoría está basado en estándares abiertos. Pero no todo el software propietario (el que tiene dueño) es además cerrado. El futuro de esta industria y de los usuarios de la misma, está precisamente en el software propietario que cumpla con estándares abiertos, de esta manera, triunfará el mejor software y no el mejor vendido y/o posicionado.
Artículo publicado en el periódico La Nación