Cuentas por leer y escribir

Diciembre 8, 2014 - Noticias, Publicaciones

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Me parece que, de una manera muy similar a las cuentas por cobrar y pagar que tienen las empresas, la gente tiene (o debería tener) cuentas por leer y escribir.

Las cuentas por leer son todos los textos que uno se ha encontrado, o le han enviado, y que considera que debería (o le gustaría) leer. Uno los apunta o acomoda por ahí para leerlos más tarde, cuando tenga más tiempo o cuando esté más tranquilo. Algunos de esos efectivamente los leemos después, con calma, y algunos, incluso, los leemos hasta el final. Y los más importantes, unos pocos, nos hacen tomar acciones, como enviárselos a otros o generar una cuenta por escribir (al respecto). Desafortunadamente, conforme se acelera el ritmo de producción de información y conocimiento, cada vez hay más cuentas por leer que se quedan sin cobrar.

Las cuentas por escribir son artículos, ideas y libros que uno piensa (o sueña) que debería escribir. La dificultad de publicar fue durante años una excusa para no escribir, pero esa excusa ya no aguanta el escrutinio. Lo importante es escribir, pues el acto mismo de escribir las ideas (o los sueños) ayuda a ordenarlas, limpiarlas y enderezarlas. Incluso, mientras uno escribe, las ideas maduran (o se da uno cuenta de que no eran buenas), además de que se encuentran nuevos ángulos y maneras de tratar el tema. Desafortunadamente, me temo que una gran mayoría de las ideas que le entran a la cabeza a la gente se quedan sin salir (pagar) en forma de texto. Hoy en día, las diferentes opciones para publicar ideas son enormes, pues se puede escribir en las redes sociales, solo para los amigos o seguidores, o para todo el planeta. Se pueden escribir blogs, cuyo costo de entrada es efectivamente cero (excepto por el tiempo que hay que invertir para averiguar cómo). Se pueden enviar a los medios de comunicación (tradicionales o digitales) para ser evaluados y, tal vez, publicados. En fin, cada vez hay más opciones.

En las empresas, el estado de las cuentas por cobrar y pagar juega un papel muy importante en el estado de resultados. En la gente, los saldos de las cuentas por leer y escribir juegan un papel fundamental en el resultado de su paso por el planeta.

Hay que escribir. Siempre se ha dicho que la mejor manera de aprender a escribir es leyendo, pero la verdad es que, para aprender a escribir, hay que escribir. Hay que equivocarse, escribir enredado, escribir aburrido, escribir tonteras, pero escribir al fin. Decidir qué escribir (cuáles de las cuentas por escribir debemos pagar primero) es más fácil que decidir en qué orden cobrar las cuentas por leer. Uno escribe lo que le sale de los dedos (a veces sin pasar por el cerebro). O uno escribe sobre algo a lo que tiene ratos de estarle dando vueltas en la jupa. Uno nunca se brinca la fila de las cuentas por escribir, pues uno mismo organiza la fila.

Igual que ocurre con los contadores, debemos mantener ordenadas nuestras cuentas por leer y escribir. No tiene nada de malo decidir no pagar una cuenta por escribir, o no cobrar una cuenta por leer. Pero dejar de leer o de escribir algo por puro desorden (se traspapeló en algún lugar de la “compu”) no parece ser muy buena idea.

Administrar las cuentas por leer y escribir, de una manera totalmente aleatoria, tiene sus atractivos. Por ejemplo, nos ahorramos el esfuerzo de poner (y mantener) orden. Adicionalmente, el costo de oportunidad (de no leer algo que debimos haber leído) nunca lo vamos a conocer, y no va a tener implicaciones fiscales.

Beneficio colectivo. El beneficio colectivo, sin embargo, que se podría obtener, si muchos administraran sus cuentas por leer y pagar de una manera ordenada y consciente, es considerable. Para empezar, se optimizaría la generación de conocimiento, pues el sistema aleatorio permite que cosas se queden sin leer o sin escribir, por causas meramente fortuitas. Luego, el impacto del conocimiento sería mucho más inmediato, ya que la realización de que a una idea le ha llegado su hora se amplificaría (cuando de verdad le ha llegado su hora), pues dichas ideas solas escalarían las prioridades por escribir y leer de mucha gente. Y todos sabemos que no hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su hora.

Artículo publicado en el periódico La Nación

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