Digitalización sin transparencia

Junio 4, 2013 - Noticias, Publicaciones

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No es cierto que con solo digitalizar un sistema, o proceso, automáticamente se logre la transparencia de este. Para lograr la transparencia de un proceso, es necesario que todo el proceso se digitalice, que la única manera de acceder dicho proceso sea por medios digitales, y que la digitalización sea transformacional, es decir que no sea como un caballo de hierro (por ejemplo, registrando imágenes digitales de documentos, en lugar de documentos conformados por datos digitales).

No hace falta que los encargados sean totalmente maquiavélicos y deliberadamente diseñen procesos opacos (con fines inmencionables), en muchas ocasiones, el síndrome del “plan piloto” y “vamos por partes” (como Miguel Coto Coto), llevan a situaciones en las que se digitaliza una parte del proceso, pero las siguientes etapas nunca llegan y se termina con un sistema medio digital, con un expediente medio de papel, que nadie sabe nunca donde está, y que, por supuesto, favorece a los que prefieren que sea bien difícil y oscuro encontrar las cosas.

También hay ocasiones en que los diseñadores, con toda la buena intención, deciden que hay que darle acceso a usuarios que no tienen tecnología digital y, en lugar de ofrecer la tecnología de manera inclusiva, hacen que el sistema a veces sea digital, y a veces sea de papel, produciendo así un sistema más opaco que si fuera siempre de papel (en el papel, aunque torpe e incómodo, siempre se sabe dónde está la información).

Caballos de hierro hemos estado construyendo, desde que se inventó la tecnología digital, son el resultado directo de la falta de imaginación y la errónea creencia que el usuario prefiere analogías conocidas (como el escritorio y las carpetas). Un buen ejemplo son las bibliotecas, durante siglos se ordenaron libros en estantes y se desarrollaron índices que nos permitían (casi siempre) encontrar el libro con un poco de tiempo y esfuerzo.

Cuando se empezó a digitalizar bibliotecas, lo primero que hicieron fue digitalizar los índices. Las nuevas, y enormes, bibliotecas de libros y documentos que nacieron digitales, ya no tienen, ni ocupan, índices, como tampoco ocupan estantes. Hoy podemos buscar toda clase de documentos sin conocer el autor, la fecha, la editorial o incluso el título. Hoy las herramientas de búsqueda permiten buscar por contenido.

Un sistema que digitaliza un proceso que antes era basado en documentos, y ahora lo hace en imágenes de documentos, es sin duda un caballo de hierro, y como tal, bastante opaco.

Al contrario, un sistema que digitaliza un proceso con los datos de los antiguos documentos capturados en formularios y almacenados en bases de datos, ofrece la transparencia del análisis de datos irrestricto, se puede buscar utilizando criterios que no se le ocurrieron al diseñador, y se pueden analizar datos por años y décadas anteriores. Hay, por supuesto, quienes temen tal transparencia.

Un sistema digital, que requiere la presencia física del usuario para inscribirse, es peor que un caballo de hiero, ya que eso no mejora el control, ni la seguridad. Lo único que hace es otorgar poder al funcionario.

Un sistema digital transparente debe permitir que todo, respecto al sistema, esté fácilmente disponible. Los costos asociados, los proveedores, los patrocinadores, el monto y cantidad de transacciones, etc. No es coherente ni respetable que un sistema que promueve un proceso transparente sea, en sí, opaco.

Sugiero, que tanto el sector público como el privado construyan “transparentómetros” y se utilicen rutinariamente para medir la transparencia de sistemas y procesos. Los del sector privado serán, obviamente, opcionales, siendo la negativa a medir la transparencia la primera y mayor medida de opacidad. No se me ocurren las excusas que aportarán los que no quieran se mida la transparencia del sector público, pero de fijo aparecen.

Artículo publicado en el periódico La Nación

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