En Física elemental nos enseñan el concepto matemático de vector para explicar diversos fenómenos, como fuerza, velocidad y campo eléctrico. Esta abstracción tiene tres componentes: módulo (magnitud numérica, como la longitud o el tamaño), dirección (u orientación, por ejemplo en un eje Norte-Sur) y sentido (flecha que apunta de un origen a un extremo).
Es posible definir operaciones para combinar vectores: sumar y restar vectores, multiplicarlos entre sí o por un número (‘escalar’), etc. Al sumar vectores con los mismos módulo y dirección, pero diferente sentido, obtenemos un vector de magnitud 0: la nulidad. Tales vectores se anulan.
Hago un símil entre los vectores y las acciones de una organización. Al sumarse fuerzas que apuntan en la misma dirección y sentido, las magnitudes están alineadas y se maximiza el resultado. Cuando hay iniciativas y acciones que divergen, el resultado disminuye; si son contrarias, se anulan. En términos humanos y organizativos: desperdiciamos tiempo y energía, producimos desgaste, nos confundimos y desanimamos. Las fuerzas que se oponen pueden impedir sacar de la pobreza a miles de personas, ahuyentar la inversión, evitar la generación de empleo, disminuir la creación de riqueza y bienestar, retrasar el desarrollo de un país hasta paralizarlo.
Valores morales, compromiso y disciplina –en los planos individual, colectivo y político– pueden marcar diferencias entre una sociedad y otra. Podemos contrastar ejemplos del Extremo Oriente (Japón, Corea, Taiwán, Singapur) o de Europa (Alemania, Suiza, Austria) con sus vecinos y con nosotros.
Nos están faltando dirección y sentido. Su carencia conlleva costos de oportunidad económicos y sociales enormes. Necesitamos acuerdos y principios generales que conduzcan a políticas públicas e iniciativas privadas consistentes para impulsar el desarrollo.