Disrupción incesante

Noviembre 15, 2015 - Noticias, Publicaciones

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La disrupción siempre ha existido. Durante mucho tiempo sucedió con muy poca frecuencia, pero recientemente pasa cada vez más a menudo.

Hace 30 años, el ejemplo favorito era la fábrica de látigos. En algún lugar del Medio Oeste de los Estados Unidos, hubo una fábrica muy eficiente, grande y bien administrada, la cual fue víctima de la aparición de la carreta sin caballos (con el motor de combustión interna).

En los últimos años se ha comparado la disrupción con el “momento Kodak” (haciendo alusión a la campaña publicitaria). En 1996, Kodak tenía un valor de mercado de $28.000 millones y empleaba a 140.000 personas; en el 2012, cuando se declaró en quiebra, su valor de mercado era menos de $100 millones, y solo le quedaban 17.000 empleados.

Lo irónico de esta disrupción es que la cámara digital fue inventada en 1975 por Steve Sasson, ingeniero de Kodak. La primera cámara digital pesaba ocho libras y tenía una resolución de 0,01 megapixeles.

Durante la última década, hemos visto a las tiendas de libros y a las de música sufrir una disrupción severa, tanto por la desmaterialización del producto como por los novedosos modelos de negocios que dicha desmaterialización permitió.

El negocio de los avisos clasificados fue básicamente destrozado por Craigslist en los Estados Unidos, que, en lugar de llevarse el negocio para sí, se lo regaló a los usuarios (como $500 millones anuales).

Las llamadas de larga distancia pasaron de ser un negocio de miles de millones de dólares anuales, a un negocio casi inexistente. Las bibliotecas dejaron de funcionar como centro de búsqueda e investigación, aunque siguen siendo un lugar agradable y silencioso para leer.

Hoy es bastante obvio que no solo el poder de cómputo se desarrolla a velocidad exponencial. Gordon Moore detectó, en 1965, que cada dos años se duplica el poder de cómputo por dólar. A esa función exponencial se le llama la ley de Moore.

Raymond Kurzweil extrapoló hacia atrás esa ley y descubrió que, desde inicios del siglo pasado, cuando la humanidad aprendió a procesar información de manera automática, la capacidad de hacerlo ha venido creciendo de forma, también, exponencial.

Esto lleva a Kurzweil a predecir que para el 2023 tendremos computadoras personales con la capacidad de procesamiento del cerebro humano, y para el 2040 con la suficiencia de todos los cerebros de la totalidad de los seres humanos.

La capacidad de procesamiento rápido y barato ha estado, desde hace más de una década, ayudando al desarrollo vertiginoso no solo de las tecnologías de información, sino también de la nanotecnología, la biotecnología y la cognotecnología.

Un informe del National Science Foundation del 2005 describe claramente la convergencia de estas tecnologías. Esa es la verdadera convergencia tecnológica, diferentes tecnologías que se ayudan las unas a las otras a acelerar su desarrollo. De ahí está saliendo toda clase de innovaciones cada vez a una velocidad mayor.

Víctimas

La disrupción, sin duda, será generalizada e incesante. Veremos más empresas e industrias enteras sufrir los estragos de la disrupción en un período cada día más corto.

Los vehículos autónomos, en los próximos diez años, no solamente destruirán una enorme cantidad de empleos (chofer es una de las ocupaciones más populares del planeta) sino que también llevarán la disrupción a la industria de los seguros, pues dichos autos no chocan; a los constructores de carreteras, porque caben hasta ocho veces más vehículos en las mismas calles; al mercado de bienes raíces, pues no serán necesarios los parqueos en el centro de la ciudad; e incluso a la radio, pues este es el único entretenimiento de los choferes.

Toda esta disrupción viene acompañada de una eliminación casi total de las muertes por accidentes de tránsito (más de un millón anuales a escala global; más de mil en Costa Rica).

La energía solar redujo su precio 100 veces entre 1980 y el 2013, y otras 10 veces en los últimos dos años. Es una tecnología madura que utiliza uno de los pocos bienes realmente abundantes del planeta –el Sol le da a la Tierra 8.500 veces la energía que necesita el planeta todos los días–.

La industria de los combustibles fósiles, hasta hace ocho años era la industria más grande del planeta, hoy está seriamente amenazada. Esto no solo representa capitales cuantiosos, sino también el empleo de millones de personas.

Como la energía solar no funciona de noche, se necesitan baterías, las cuales ya están disponibles por unos $3.000 para un hogar de tamaño mediano.

Las baterías domésticas junto con la energía solar amenazan, además de la industria de los combustibles fósiles, al negocio de la distribución eléctrica, que emplea también a una enorme cantidad de gente.

La industria de la logística representa un 16,5% del PIB de los Estados Unidos. A escala global debe ser un poco menos, pero siempre es un monto cuantioso y da trabajo a un número considerable de personas.

La logística está bajo la amenaza de las impresoras 3D. En lugar de mover cosas de un lugar a otro sin agregarles valor, estas serán impresas cerca de donde se necesiten.

La lista de actividades amenazadas por la disrupción es cada vez más grande. La inteligencia artificial, finalmente, está llegando a niveles de sofisticación importantes. En la próxima década, veremos muchos trabajos de cuello blanco ser automatizados. Es obvio que el sector productivo es mucho más susceptible a las consecuencias de la disrupción. La educación y el Gobierno son fundamentales para lidiar con la destrucción de empleos que se avecina, mas no son claras las amenazas de la disrupción ni para la educación ni para el Gobierno.

Brecha inevitable

¿Será posible que un país entero que no adopte las tecnologías exponenciales suficientemente rápido sufra por la disrupción, como nación? Para mí, está claro que las tecnologías exponenciales ofrecen oportunidades igualmente exponenciales, pero las brechas que se crearán entre los que aprovechen las oportunidades y los demás, también crecerán de manera exponencial.

Lo más sensato es crear disrupción artificialmente en la educación y el Gobierno, de manera que aprendamos a lidiar con grandes cantidades de desempleados y rápidamente, con capacitación, entrenamiento y educación, reintegrarnos al trabajo, logrando así un aumento también cada vez más rápido de la productividad.

Fuente: periódico La Nación

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