Los usuarios de teléfonos inteligentes y tabletas, descargan decenas de miles de millones de apps anualmente. Apps son las pequeñas aplicaciones que utilizan los usuarios de dispositivos móviles para realizar una gran cantidad de funciones diferentes, casi todas accediendo repositorios en algún lugar en Internet (la nube).
Estas pequeñas aplicaciones fueron desarrolladas por necesidad, debido a la poca capacidad de procesamiento y almacenamiento de los nuevos dispositivos. Cada app realiza una serie de funciones muy limitada, al contrario de las aplicaciones que utilizamos en computadoras más convencionales, en las que se suele incluir una gran cantidad de funcionalidades.
El éxito de las apps es, probablemente, su facilidad de uso. Esto, a su vez, podría ser, debido a la poca funcionalidad que ofrecen. Siempre se ha sabido que la facilidad de uso y la cantidad de funcionalidad son mutuamente excluyentes.
Pero no fue sino hasta que las características de los nuevos equipos móviles, obligó a los diseñadores a construir aplicaciones con muy poca funcionalidad, que se dio el enorme auge del software basado en facilidad de uso.
Los números que reportan las diferentes agencias dedicadas a analizar el mercado, sugieren que cada usuario descarga varias docenas de apps al año, esto también nos lleva a concluir que muchas apps son descargadas y luego no utilizadas. Es bastante obvio, que si bien una app es fácil de utilizar, cuando un usuario tiene 50 o 100 app, y cada una interactúa con el usuario como mejor le parece, la confusión obliga al usuario a descartar muchas de ellas (las cuales uno supondría son útiles, pues de lo contrario no las habría descargado).
El resultado es que no se ha resuelto el problema de cómo darle nueva y útil funcionalidad al usuario sin obligarlo a aprender y desaprender constantemente la manera de interactuar con sus aplicaciones y dispositivos. Porque es claro que los usuarios quieren los beneficios de las nuevas tecnologías, pero no quieren, ni les gusta, estar aprendiendo y desaprendiendo cómo utilizarlas.
Pero tal vez el problema es aún más complicado, porque tradicionalmente esa renuencia a aprender cosas nuevas se ha utilizado como estrategia de retención de clientes (es muy difícil para un usuario cambiar un sistema que le costó mucho aprender a utilizar). El mercado de las apps es notoriamente volátil, es muy fácil introducir una nueva app a un mercado de dimensiones nunca antes visto, pero con igual facilidad el app más exitoso es desplazado por uno nuevo.
Una buena noticia es que los ingenieros de software ya están de acuerdo en que la funcionalidad que construyan no servirá de nada sin la facilidad de uso. Para mí, es muy claro que hay mucho más funcionalidad por escribir, que escrita, y que la facilidad de uso es un asunto totalmente personal. Entonces, la pregunta sigue siendo: ¿cómo ofrecer mucha más funcionalidad que sea más fácil de utilizar? La respuesta no es sencilla, pero ya existen modelos que adaptan la interacción del usuario con sus funcionalidades, y en los cuales la adaptabilidad es una propiedad intrínseca del modelo.
Necesitamos modelos de interacción adaptables, tanto a las diferencias entre los usuarios como a las diferencias entre los equipos. Los mejores modelos serán los que mejor representen la realidad. Eso serán los que expresen de manera más rigurosa los detalles de la interacción, y cuya adaptabilidad, a los usuarios y a los equipos, sea consecuencia directa de la manera de expresar la interacción.
Tan pronto como los desarrolladores de funcionalidades basen sus desarrollos en los mejores modelos de interacción, los usuarios podrán dejar de utilizar docenas de apps y tener cada uno, una sola app personalizada, a la que le pueden agregar y quitar funcionalidad de manera fácil y transparente. Obviamente, la manera de personalizar la interacción del usuario también deberá ser personalizable, y de la misma manera.