Hace menos de tres años, Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro Económico Mundial, acuñó el término Cuarta Revolución Industrial con tan buen resultado que capturó la atención del planeta alrededor de las tecnologías que se desarrollan exponencialmente y convergen cambiando el mundo de una manera rápida y profunda.
Incluso, le asignaron un acrónimo (al mejor estilo gringo): 4IR, por sus siglas en inglés.
La 4IR es un excelente término por los resultados que arroja, pero es engañoso. La revoluciones son periodos de cambios intensos, seguidos de tiempos de calma y consolidación del nuevo orden.
En este caso no hay ninguna razón para pensar que dichas transformaciones vayan a desacelerarse o, mucho menos, a detenerse. Más que una revolución tecnológica, vivimos una evolución exponencial que, sencillamente, como las funciones exponenciales, aumentará su velocidad indefinidamente.
En enero del 2016, cuando Schwab inventó el término, indicó que la 4IR se diferencia de la tercera (la digital) en que la innovación ahora es exponencial, aunque, la verdad, siempre hemos sabido que la tecnología digital se desarrolla vertiginosamente, como probó Gordon Moore en 1968.
Lo ejemplificó citando la inteligencia artificial, la robótica, la Internet de las cosas, los vehículos autónomos, la impresión 3D, la nanotecnología, la biotecnología, la ciencia de materiales, el almacenamiento de energía y la computación cuántica.
No hay duda, todas esas tecnologías crecen a un ritmo que aumenta cada día más rápidamente y están causando los efectos económicos, políticos y sociales apuntados por Schwab. Pero todas estas tecnologías tienen décadas de estar desarrollándose.
Poco a poco
Una característica de las funciones exponenciales es que al principio la velocidad de desarrollo no es obvia, incluso puede ser decepcionante, hasta que llega el momento de inflexión. Por ejemplo, la ley de Moore dice que cada dos años se duplica la capacidad de cómputo por dólar. Si en el primer año la capacidad es, digamos 0,001, luego sería 0,002, 0,004, 0,008, 0,016, 0,032, etc. Sigue siendo básicamente cero y no nos damos cuenta de lo rápido que está creciendo hasta después de la vigésima duplicación, cuando el valor sobrepasa 1.000, y después de 30 duplicaciones sobrepasa el millón.
El término 4IR se utiliza modernamente para describir todas las tecnologías exponenciales y disruptivas, alguna de las cuales tal vez no eran obvias en enero del 2016.
Hace exactamente 10 años se publicó un artículo firmado con el seudónimo Satoshi Nakamoto. En el artículo se definió el funcionamiento de la primera criptomoneda, bitcóin, y en la puesta en operación de referencia publicada, tres meses después, quedó la primera versión del blockchain (cadena de bloques que elimina a los mediadores). Blockchain permite intercambiar valor, de manera segura y sin intermediarios, en un ambiente tan inseguro como la Internet. Hoy es bastante obvio que blockchain es parte de la 4IR.
Otras tecnologías que engrosan las filas de tecnologías exponenciales y disruptivas son: realidad virtual y aumentada, e-learning (aprendizaje remoto), tecnologías de seguridad digital (sobre todo, autenticaficación en múltiples capas) y los wearables/ implantables (¿vestibles/implantables?), aunque estoy seguro de que se me deben haber quedado algunas por fuera y que además en pocos meses aparecerán otras.
Recientemente, Schwab anunció que la reunión de enero en Davos se denominará Globalización 4.0 (no creo que se refiera a la cuarta globalización). Ahora todo parece ser 4.0, lo cual denota el éxito del término acuñado en el 2016.
Costa Rica
El gobierno anunció hace unos días la Estrategia de Transformación Digital del Bicentenario, y no creo que se refiera a la cuarta estrategia. Leyendo el documento, descubrimos una visión transversal y muy completa de la utilización de la tecnología digital en el sector público. Habla de seguridad y de inclusión digital. Menciona varias tecnologías exponenciales y disruptivas, así como la necesidad de promover la innovación pública, con el fin de mejorar la calidad de los servicios brindados.
Parafraseando a Wayne Gretsky, debemos correr hacia donde la bola va a estar, no hacia donde está ahora. Para eso debe existir claridad de hacia dónde es que va la bola. La dirección del desarrollo tecnológico está bastante clara, pero hay problemas no resueltos.
La adopción rápida de las tecnologías sin duda ofrece una ventaja competitiva, pero, por ejemplo, todavía no tenemos una buena infraestructura digital (de la 3IR), el acceso a Internet sigue siendo lento, caro y asimétrico. Tampoco se ha resuelto cómo lidiar con la resistencia al cambio y, mucho menos, cómo afrontar destrucción de puestos de trabajo que, sin duda, sucederá tras la adopción de muchas de estas tecnologías.
La 4IR viene repleta de oportunidades y amenazas, una de las peores es ser lentos, o peor, no hacer nada. La competitividad no depende únicamente de lo que hagamos nosotros, sino también de lo que hagan nuestros competidores (los cuales, obviamente, ya no están definidos por geografías).
Yo creo que las respuestas a muchas (sino todas) estas preguntas están en la innovación 4.0. Como estamos inventando términos, me tomé la libertad de entender innovación 4.0 como aquella que busca resolver los problemas que presenta la 4IR utilizando, precisamente, una mezcla de las tecnologías exponenciales y disruptivas. Hay bastante evidencia de que cuando se despliegan varias de estas tecnologías al mismo tiempo, y para resolver el mismo problema, los resultados son aceleradamente buenos.
Este tipo de innovación no tiene límites. Conforme crece la cantidad de datos recolectados, por ejemplo, mediante Internet de las cosas, crecen los riesgos del uso indebido de la información personal, ¿por qué no atacar ese riesgo utilizando Blockchain?
Si resultara que muy poca gente entiende y conoce la tecnología de blockchain y, menos aún, los cambios en la dinámica que las organizaciones deben efectuar para ejecutar exitosamente la tecnología, entonces, ¿por qué no atacar ese problema utilizando realidad virtual para e-learning?
Durante la presentación de la Estrategia de Transformación Digital de Costa Rica, el expresidente de Estonia Toomas Ilves describió cómo fue que digitalizaron su país. Mencionó que debieron hacer cosas significativas, como la seguridad e interoperabilidad, sin el beneficio de blockchain, porque no existía.
Incluso, luego de sufrir un ciberataque (desde su enorme vecino) que se trajo todo abajo, instalaron servidores en sus embajadas para tener los datos distribuidos, cosa que es parte integral del diseño de blockchain. En ocasiones el atraso es una ventaja.
Artículo publicado en el periódico La Nación