La Internet ofrece a empresas e instituciones la oportunidad de brindar información, productos y servicios de una manera más eficiente y transparente.
Los reducidos costos asociados con la construcción y despliegue de un sitio en Internet, han producido sitios que no son más que una nueva fachada de la empresa o institución, son una fachada digital.
Las fachadas son, sin duda, importantes, sobre todo para crear primeras impresiones.
Sin embargo, una fachada muy bonita, o en el caso de Internet, muy eficiente y llena de «servicios» que no tenga su correspondiente sistema de procesamiento debidamente conectado es como un edificio con una fachada maravillosa que una vez pasado el umbral da lugar a un tugurio.
Durante la época de la «exuberancia irracional» cuando las bolsas de valores creyeron que el comercio electrónico, el gobierno electrónico, y todo electrónico iba a suceder de la noche a la mañana, había empresas vendiendo cosas por Internet que recibían los pedidos en línea, los imprimían y luego procedían a procesarlos en su cadena de suministro. Esas empresas ya no existen.
Las posibilidades tan grandes de cometer errores hacen que la disponibilidad de buenos sistemas de procesamiento debidamente conectados, a los sistemas de interacción con clientes/público una necesidad imperiosa sin la cual no se puede pensar en participar en las posibilidades de eficiencia y eficacia que ofrece.
El Gobierno Digital, en este país de Dios, es un conjunto de fachadas digitales (no muy buenas) desconectadas de los sistemas de procesamiento, la mayoría viejos y obsoletos.
Artículo publicado en el periódico La Nación