Por ahí de 1986 tuve el agrado de conocer al Dr. Roberto Sasso Rojas, quien no tenía mucho de haber regresado a estas tierras tropicales, proveniente de Oxford.
Roberto venía cargado de ideas y me impresionaron su visión y su sentido crítico.
En el ITCR queríamos invitarlo como profesor de la Maestría en Computación, que estaba iniciando. Roberto estaba elucubrando lo que llegaría sería el Club de Investigación Tecnológica y su actividad de consultoría en informática empresarial.
El Club tiene como objetivo ayudar a sus afiliados a mantenerse actualizados respecto de los avances en tecnologías de información, así como a entenderlos y aprovecharlos en el desarrollo de sus organizaciones. Este entendimiento ha permitido anticipar y sacar provecho de tendencias tecnológicas antes de que su uso se generalice en nuestro medio.
El entendimiento facilita la identificación de riesgos, oportunidades y factores críticos para el éxito de la integración y asimilación de la tecnología en las organizaciones. Entre los afiliados están muchas de las más importantes organizaciones del país y se encuentran representados todos los sectores de la economía formal.
La quijotada comenzó en 1988 y le ha prestado servicio a sus afiliados, a los profesionales informáticos y a la sociedad en general.
Según don Claudio Gutiérrez –exrector de la Universidad de Costa Rica y renombrado investigador–, el Club ofrece un espacio que responde a la necesidad humana de reflexionar y ponderar críticamente las actuaciones, proyectando mejor el actuar futuro. Mes a mes, los afiliados participamos de un foro donde actualizamos conocimiento, lo ponemos en perspectiva y lo enriquecemos.
Las columnas de opinión de Roberto son dardos que ponen en evidencia la manera inapropiada en que se adquiere y mantiene tecnología obsolescente o cerrada.
Otras veces colocan la tecnología en perspectiva del buen gobierno y los servicios públicos. Nos ha mostrado maneras en las cuales la tecnología puede incrementar la productividad y la competitividad nacionales, e incluso constituirse en un nuevo vector de desarrollo empresarial, laboral y económico.
En sus escritos leemos el verbo ágil y picante, mas no mordaz, de un ciudadano comprometido con su país, que aprovecha su entendimiento para señalar a la sociedad nuevas avenidas para su desarrollo.
Algunos dicen que la mitad de los informáticos odia a Roberto y la otra lo ama. No lo sé a ciencia cierta. Sé que esta sociedad necesita de personas como él, que imaginen futuros, que muestren la senda, que señalen lo que debe mejorarse, que critiquen –pero que construyan a la vez– desde el podio del conocimiento en libertad.
¡Gracias, Roberto por tus enseñanzas y tu amistad!
Artículo publicado en el periódico El Financiero