Internet móvil

Marzo 11, 2008 - Publicaciones

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La llamada tercera generación (3G) de telefonía celular empezó hace 10 años en Japón, donde muy rápidamente consiguió millones de usuarios. Mientras tanto, el resto del mundo batallaba por definir estándares y por encontrar las aplicaciones que llevarían a la gran masa de gente a querer utilizar Internet en el teléfono celular. De hecho, mucho dijimos que 3G era una solución que buscaba un problema.

Las aplicaciones exitosas en Japón (con su tecnología propietaria) eran cosas como información en tiempo (casi) real de la bolsa de valores y otros servicios de información básicamente unidireccional. En ese tiempo era frecuente ver en Tokio a la gente, en el tren, o caminando por la calle, ensimismados en la pantallita de su teléfono; la cultura es muy reservada y poco dados a conversar con desconocidos.

Existen numerosos estudios que demuestran enorme correlación entre la conectividad y el crecimiento económico. Esto nos podría llevar a pensar que toda conectividad es buena; cuanto más, mejor. Pero es obvio que mucha conectividad, por ejemplo con la aplicación más exitosa de todos los tiempos: voz, a un costo suficientemente barato, podría llevar a una enorme pérdida de tiempo, sobre todo en una población proclive a conversar con cualquiera y por cualquier motivo.

“Habladora” de paja. No es difícil imaginarse una población con una alta densidad de teléfonos celulares, con un costo suficientemente bajo (aunque el servicio no sea el mejor), que lo que produce, en vez de un aumento en productividad, es lo contrario: una “habladera de paja”, con la consecuente pérdida de tiempo y una baja en la productividad de la población. Un lugar altamente conectado, en el que la gente es sumamente impuntual (pese a contar con los medios y mecanismos para evitarlo) nos sugiere exactamente eso.

Después de la ruptura de la burbuja en el 2001, las inversiones en tecnología 3G se enfriaron, pero hace tres o cuatro años volvieron a tomar auge, debido sobre todo a la renuencia de la población del mundo desarrollado a utilizar más la aplicación más exitosa (son muy poco dados a hablar paja), con el consecuente descenso del crecimiento de la industria. En años recientes, las inversiones en tecnología, tanto de redes como de dispositivos, para llevar las maravillas de Internet a los bolsillos (literalmente) de los consumidores, han vuelto a crecer, pero los resultados no habían sido halagadores. Hasta que llegó la Macintosh de bolsillo: el iPhone.

El iPhone es un computador disfrazado de teléfono, en el que, igual que en el NintendoWii, se gastaron la plata y la inteligencia, en la interfaz con el usuario más que en los megabits, megahertz, magapixeles y otras linduras tecnológicas. El iPhone representa menos del 3% de los dispositivos portátiles capaces de transmitir datos, pero genera más tráfico que todos los demás juntos. Para mí, lo más impresionante es que no lo hace en una de las redes carísimas de 3G, lo hace sobre una red de lo que llaman 2.5G.

Punto de inflexión. Bien podría ser que los usuarios de iPhone usan la Internet en la gran cantidad de lugares con conexiones (inalámbricas) Wi-Fi, más que en el carro o el bus (los trenes ya tienen Wi-Fi y lo aviones pronto lo tendrán). La conectividad móvil, podría ser más bien por ráfagas que siempre conectado en tiempo real. Podría ser que la clave sea tener conexiones Wi-Fi en los semáforos o en los teléfonos públicos. Podrían ser muchas cosas que aún no sabemos.

Para mí, está claro que estamos en un punto de inflexión. Algo está sucediendo, y va suceder muy rápido. Vamos a ver muchos dispositivos semejantes al iPhone, vamos a ver muchas nuevas aplicaciones en esos dispositivos (por ejemplo, Skype), algunas de las cuales, sin duda, serán de muy alta productividad. El mundo de la computación está arrollando al mundo de la telefonía.

En Costa Rica ya hay muchos iPhones (imposible saber con exactitud, pero las estimaciones van de varios cientos, a varios miles). Podemos, como país, movernos rápido y aprovechar una ola de modernidad que se nos abre, o seguir “hablando paja” por celular.

Artículo publicado en el periódico La Nación

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