El TEC está de plácemes en estos días. Acaba de cumplir 40 años de haber sido fundado y está a punto de estrenar un nuevo rector, el Dr. Julio Calvo, el primer graduado que asume la Rectoría. Es muy auspicioso que el TEC sea dirigido por alguien que tiene su ‘código genético’ y provenga de una de las escuelas que se ha distinguido por años en desarrollar investigación de alta calidad: Ingeniería Forestal. Mis mejores deseos para mi Alma Máter en este nuevo periodo.
La idea de contar con una institución de educación superior enfocada en la tecnología se gestó en el gobierno de don José Joaquín Trejos Fernández, quien envió a la Asamblea Legislativa el proyecto de creación del Instituto Tecnológico Nacional. La ley fue aprobada durante el gobierno de don Pepe Figueres, quien apoyó fuertemente al TEC en sus primeros años.
Concebida en un inicio como una escuela técnica superior, dedicada eminentemente a la docencia, el TEC gozó del empuje de ingenieros jóvenes que, impulsados por una energía vital sobresaliente y cierta propensión al riesgo, fundaron carreras que comenzaron a distinguirse de las ofrecidas por la UCR. Antes de su primera década, ya se hacía investigación aplicada (sobresalía la investigación en energía, donde nuestro actual ministro de Ciencia y Tecnología, Alejandro Cruz, tuvo un papel de liderazgo).
La resistencia a permitir “firmar planos” y a la incorporación plena de los graduados al Colegio Federado de Ingenieros y de Arquitectos y la rivalidad con la Facultad de Ingeniería de la UCR, fueron acicate para implantar un espíritu de lucha en las primeras generaciones de estudiantes y graduados, que fueron abriéndose campo en el mercado laboral y fundando empresas innovadoras.
El TEC ahora enfrenta un relevo generacional. Debe mantener su norte e impulso, abriéndose a los aportes innovadores que dan los jóvenes que se incorporan, pero aprovechando la experiencia y la sabiduría que vienen con la madurez.