Pretender detener el progreso es una locura

Abril 13, 2016 - Noticias, Publicaciones

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Si en Costa Rica dejáramos de hacer cosas porque nadie más las ha hecho, todavía tendríamos ejército y los bosques habrían casi desaparecido. Si dejamos de hacer las cosas porque no podemos organizarnos o ponernos de acuerdo, seguiremos retrocediendo y podríamos patentar el término “desdesarrollo”.

El caos vial es un buen botón de muestra. Semana tras semana, en todos los medios de comunicación (tradicionales y digitales) leemos propuestas –algunas más novedosas que otras– para resolver este problema que nos frustra y reduce la calidad de vida.

Cuestiones como no permitir que los idiotas se estacionen en las líneas amarillas, son obvias y frustrantes, pero ya nadie cree que vayan a resolverse. Sociedades mucho menos desarrolladas económica y culturalmente que nosotros tienen sistemas de transporte público que funcionan mejor. Bueno, que funcionan.

Tenemos planes y proyectos por montones, es como el paraíso de los consultores: planear, hacer análisis complicados y escribir informes grandes y complejos. Cuando la ejecución falla, siempre es culpa de otra persona.

Estudiar con detenimiento la forma como otros países han logrado organizarse y ponerse de acuerdo para resolver problemas, incluso más serios que los nuestros, no parece ser el camino correcto.

Debe de haber cientos de discos duros llenos de informes de consultores nacionales e internacionales recomendando aplicar medidas como las que se han utilizado exitosamente en otras latitudes, tanto cercanas como lejanas.

Lógica equivocada

Otro buen botón es la energía. La gran mayoría de la electricidad que generamos proviene de fuentes renovables, pero es menos de la mitad de la energía que consumimos.

No promovemos la energía solar, ni los vehículos eléctricos, a pesar de saber perfectamente bien que el precio de la energía fotovoltaica sigue cayendo a ritmo exponencial y la tecnología de los vehículos eléctricos ya pasó el umbral de precio y autonomía (distancia que pueden recorrer sin recargar) para ser totalmente viables en Costa Rica.

Está demostrado que utilizar servicios como Uber es más barato que comprar y mantener un vehículo si recorren menos de 16.000 kilómetros al año. También está demostrado que estos servicios reducen el número de vehículos en circulación.

La lógica utilizada para no cambiar rápidamente las leyes de transporte público para promover activamente este tipo de servicios nos impediría hoy abolir el ejército (los soldados protestarían).

Así como los servicios tipo Uber afectan a los taxistas, la generación solar distribuida afectará a los distribuidores de energía; los vehículos eléctricos, a las gasolineras; los vehículos sin chofer, a los choferes de tiempo completo; los sistemas de inteligencia artificial, a los que realizan labores que serán absorbidas; la robótica avanzada, a operarios industriales; la impresión 3D, a los servicios de logística; los tratamientos con células madre y la manipulación genética, a las farmacéuticas. La lista es larga y los lugares para esconderse, muy pocos.

Está claro que no se puede atropellar a la gente persiguiendo el progreso, pero pretender detener el avance es una locura.

Es necesario decidir si los afectados deberán ser compensados, reentrenados, reeducados, o una combinación de las anteriores.

La conversación debe centrarse en cómo reducir, o manejar, el impacto a corto plazo implícito en la adopción de estas tecnologías, nunca en cómo evitarlas o detenerlas.

El desarrollo exponencial de las tecnologías está creando brechas también exponenciales. No hacer nada es una estupidez que genera desdesarrollo.

Artículo publicado en el periódico La Nación

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