Hace seis años se diseñó en Costa Rica la Red de Internet Avanzada (RIA); en esa época una velocidad de dos megabits por segundo era considerada banda ancha. Si la RIA se hubiese implementado en un tiempo razonable (12 meses), Costa Rica hubiera estado entre los cinco países mejor conectados del mundo.
La realidad en Costa Rica, decía recientemente una escritora extranjera, es que somos un país pacífico, pero pobre y atrasado. Somos pobres porque dejamos pasar las oportunidades como si vinieran todos los días (tal vez hemos tenido demasiadas y hemos perdido la perspectiva).
La red de Internet en Costa Rica está atrasada en más de una manera. Está atrasada su implementación porque hace cinco años se creó un plan piloto en tiempo récord y desde entonces hemos caminado por un calvario de atrasos que, sin querer queriendo, benefician a los proveedores de las tecnologías de antaño. Está atrasada porque, en este país de Dios, el monopolio estatal debe pedir permiso (y este toma meses) para rebajar tarifas. Yo debo ser muy maje porque creía entender que la Autoridad Reguladora existía para proteger a los consumidores, no para proteger al monopolio de sí mismo.
Lo peor de todo esto es que aunque la implementación de la RIA no estuviera atrasada, la RIA que tendríamos estaría atrasada, atrasada en su tecnología y su velocidad de servicio. Hoy en día en Europa un consumidor doméstico puede tener velocidades de acceso que van de los 20 a los 2.000 megabits por segundo, a precios que empiezan en menos de $20 mensuales.
Hace poco leí un anuncio de un operador de servicios de Internet que decía que en su red es posible bajar una película de largo metraje en menos tiempo del que tardan en reventar las palomitas de maíz.
Eso me sugiere que cada vez hay más proveedores de tecnología y servicios de antaño con intereses en preservar y acentuar el atraso.
Artículo publicado en ler periódico La Nación