Simplificar el futuro

Mayo 15, 2006 - Publicaciones

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La complejidad del mundo de hoy es suficiente para producir el ” Shock del Presente”. Un domingo reciente, en La Nación alguien sugería que cada dos (¿o eran diez?) años se duplica todo el conocimiento del ser humano. No puedo saber si esos números son optimistas o pesimistas, pero ilustran bien el punto de la velocidad con que estamos creando conocimiento, al grado de hacer difícil discernir lo importante del ruido.

El aumento constante en la velocidad de cambio acorta, obviamente, el tiempo de vida de las cosas, las ideas y hasta los conceptos. Las verdades absolutas son cada vez menos absolutas (por ejemplo, los tres estados de la materia y los tres factores de la producción). El desarrollo científico y tecnológico alimentado por la innovación ciertamente genera riqueza; esta riqueza, sin embargo, vemos que no se distribuye bien. El conocimiento, el más importante factor de la producción de este siglo, no se distribuye normalmente (de acuerdo con la curva normal). Hoy hay una marcada tendencia a acumular conocimiento alrededor del capital. El talento dedicado a la investigación produce conocimiento a un ritmo cada vez mayor. La gente talentosa y educada es atraída por el capital como las abejas por la miel.

Esencial entendimiento. Ahora bien, el conocimiento por sí no genera riqueza; la riqueza se genera con la aplicación del conocimiento. Para difundir el conocimiento, existe la educación, pero, como no puede haber conocimiento sin entendimiento, las cosas complicadas no se difunden fácilmente. Es, tal vez por eso, que las cosas son más complicadas de la cuenta.

El conocimiento tiene, además, la peculiaridad de que, cuando se comparte, crece (como el amor). Pero de igual manera que hay gente que no se deja querer, hay gente que no le interesa compartir el conocimiento e invierten grandes cantidades de esfuerzo en simular o crear complejidad en situaciones que son en esencia sencillas. Para botón, la muestra del Gobierno. Otro botón, la tecnología de información; si sumamos los dos botones, tenemos algo exageradamente complejo (los procesos estatales) que no tiene por qué serlo.

El aparato estatal no tiene justificación para la complejidad. Los ideales de distribución de riqueza y oportunidades no requieren mecanismos complicados, los legisladores pueden (¿deben?) subsidiar al que ellos quieran, implementar subsidios directos hoy es mucho más fácil que inventar bancos de desarrollo y mantener monopolios anacrónicos. Si se quiere subsidiar al pequeño agricultor, en lugar de prestarle plata sin la garantía requerida y a una tasa menor, se le gira un subsidio directo. Si se quiere dotar de teléfono e Internet a una pequeña localidad remota que no es rentable ni para el ICE ni para ninguna compañía prestadora de servicios similares, se le gira un subsidio directo. Esto, además de sencillo, es claro y transparente, siempre se sabrá cuánto se le giró a cada uno.

Burocracia obsoleta. La prestación de servicios esenciales hoy no requiere burocracia ni mucho menos; proveer de empleo injustificado no es función del Estado, sí lo es ayudar a los desempleados. La transparencia es lo más sencillo de definir y de implementar. Claro que esto es asumiendo que no hay agendas escondidas.

La tecnología de información es también muy sencilla. Durante años los mercaderes de la complejidad se han esforzado en hacer creer que la computación es compleja cuando en realidad no lo es. La complejidad es exitosamente simulada por la mediocridad. Cuando las cosas no funcionan es fácil dar la impresión de que son muy complicadas. Además, sistemas hechos durante la era del fusil de chispa, en lugar de reemplazarlos, los remiendan y remiendan y vuelven a remendar, el sistema resultante es muchas veces más grande y complicado de lo que debiera. Por algo dicen que hay 10 tipos de personas, los que entienden binario y los que no.

Sencillez como norte. Para que tengamos alguna posibilidad de lidiar con el futuro, debemos hacer que la simplificación sea nuestro norte. Todos los proyectos deben buscar la simplificación, no solo de trámites y procesos sino también de creación de bienestar. Debemos crear una cultura de simplificación. La simplicidad debe ser uno de los más importantes criterios de selección de proyectos y enfoques.

El futuro, para que sea mejor, debe ser sencillo. La gran mayoría de las cosas que parecen complejas son, en realidad, oscuras. La falta de entendimiento ajeno no nos hacen más ricos (ni más vivos), nos hacen más pobres y más brutos. Si uno tiene verdades que los demás no entienden, una de dos, o nos son verdades o no las entiendo suficiente para poder explicarlas, y si no las entiendo bien, en el mejor de los casos me son inútiles, en el peor, peligrosas.

Existen problemas verdaderamente complejos, pero, por suerte, son los menos y, en todo caso, la complejidad del problema no justifica la complejidad de la solución. Las mejores soluciones siempre son las más sencillas.

Artículo publicado en el periódico La Nación

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