Marc Andreessen, cofundador de Netscape, tenía razón cuando hace cinco años escribió en The Wall Street Journal, “el software se está comiendo al mundo”. El software está cada vez más presente en todas partes. Toda clase de aparatos y dispositivos vienen llenos de software.
Los teléfonos y los automóviles, por ejemplo, tienen millones de líneas de código escritas. Pero más importante es la dependencia, cada vez mayor, que las empresas e instituciones tienen del software para poner en operación mejores y más eficientes procesos, así como para innovar y evitar caer víctimas de la competencia.
Oportunidad
Yo, personalmente, creo que hay mucho más software por escribir que el que está escrito. En Costa Rica ya hay cerca de 30.000 graduados de Computación en Informática, además de todos los profesionales de otras ramas y aficionados al software.
El número de practicantes de sistemas, sin embargo, es difícil de calcular, ya que existe un número de graduados de las carreras afines que nunca escriben software, o que lo dejan al poco tiempo, porque la rigurosidad a veces duele.
Hace 45 años solo había una universidad y no ofrecía carrera de Informática ni de Computación. En todo el país éramos como 100 empíricos.
Hoy son un ejército de gente muy buena, pero, lamentablemente, existe una tendencia a reinventar el agua tibia, escribiendo una y otra vez el mismo software.
No hay duda de que en el país se escribe muy buen software, y por eso mismo deberían escribirse programas nuevos, software que no sea de vainilla –el de vainilla ya está escrito y es, además, aburrido–.
Los ejemplos de como los sistemas pueden y van a cambiar al mundo sobran, y no todos son de Silicon Valley (Waze viene de Israel, Skype de Estonia, ambos países pequeñitos).
No hay ninguna razón para que en Costa Rica no podamos escribir software que cambie al mundo, a menos que insistamos en malgastar el talento local escribiendo programas aburridos, que ya existen.
El problema
Yo creo que el problema tiene dos orígenes: los colegas, porque tienen tantas ganas de escribir código que escriben lo que les pidan, y los usuarios, que se creen que es más barato escribir software que comprarlo o alquilarlo.
Los dos están equivocados, muy equivocados. No exagero al decir que hay aplicaciones (sobre todo contables y administrativas) que han sido desarrolladas miles de veces, lo cual es un desperdicio de cualquier manera que se analice. Adicionalmente, cada vez que se desarrolla un programa, se adquiere la responsabilidad de mantenerlo ad infinitum, y todo el esfuerzo que se dedica a mantener el sistema que no debería existir es esfuerzo que se le está restando a la capacidad innovadora de la organización.
También es posible que el verdadero motivo para seguir inventando el agua tibia es la resistencia al cambio. Usuarios, funcionarios y ciudadanos, en general, quieren seguir haciendo las cosas de la misma manera. Si se adopta software ya escrito, eso casi siempre implica cambiar procesos y “maneras de hacer las cosas” para acoplarse al sistema.
Pero si se escribe un programa nuevo para la organización (que es tan, pero tan, especial y única), lo que se busca es que el sistema se adapte a la organización de manera que pueda seguir haciendo las cosas de la misma manera (tal vez con menos papel).
Incluso es frecuente escuchar frases como “necesitamos un traje a la medida”, cuando en realidad quieren decir “no quiero hace nada diferente, porque le tengo pánico al cambio”.
Cambio necesario
Para mí, es bastante obvio que la estabilidad es enemiga del progreso. Para progresar hay que cambiar, hay que innovar, hay que salirse de la zona de confort. La estabilidad no solo nos impide progresar, sino que nos hace quedar cada vez más rezagados, sencillamente porque el resto del mundo sigue avanzando.
No es presuntuoso decir que los informáticos y computólogos tienen una enorme oportunidad, y con ella la responsabilidad, de cambiar las organizaciones, el país, y el mundo.
Ni es exagerado decir que si se insiste en seguir inventando el agua tibia, eso es desarrollando programas que ya existen, no solo se está perdiendo el tiempo, se está desperdiciando uno de los recursos más valiosos que tiene este país, nuestro talento informático.
Artículo publicado en el periódico La Nación