Steve, el atípico

Octubre 9, 2011 - Publicaciones

Compartir

No puedo evitar escribir sobre Steve Jobs, uno de los personajes más carismáticos del mundo informático, cuyo trabajo y trayectoria han impactado la vida de millones.

Mi primer contacto con Apple fue una Apple II, donada por el Gobierno deJapón al TEC a inicios de los ochentas. La programé en BASIC y en ensamblador; era emocionante controlar una maquinita con tan pocos recursos (¿32K de RAM?). La Apple II, producto de la imaginación de Jobs, Steve Wozniak y Mike Markkula, contribuyó a sentar las bases de la computación personal y doméstica, y también fue un vehículo para que la contemporánea Microsoft prosperara.

Jobs se inspiró cuando vio las maravillas que hacían los innovadores ingenieros de Xerox en el Palo Alto Research Center: ratones, bitmaps, interfaces de usuario gráficas con manipulación directa, Ethernet y las redes locales de alta velocidad, Smalltalk-80 y la orientación a objetos, cómputo distribuido, PostScript, impresoras láser y más. Lo que en el PARC eran experimentos. Jobs los convirtió en productos: primero Lisa y luego Macintosh.

Con las Macs vino el diseño. Las computadoras para la gente, “para el resto de nosotros” como decía el motto de la época. Las computadoras distintas. Y esa fue, desde entonces, la norma de Jobs y su compañía: el diseño innovador, que integra tecnologías y define tendencias, con consideración a usuarios y al buen gusto, sobrio y elegante.

Lo que más admiro de Jobs fue que saliera forzadamente de Apple y regresara a rescatarla, aceptando una inversión de Microsoft, pero sin perder su carácter y más bien distanciándose de la norma, de lo típico, del “helado de vainilla”, con una determinación y tozudez que ha ido inventando productos y experiencias de usuario, redefiniendo mercados y dando valor a esa marca, que refleja una visión única e inimitable.

Confío en que esa visión ha impregnado la cultura empresarial de Apple y que sin Jobs presente, seguirá dando larga vida a su legado: la innovación permanente.

Artículo publicado en el periódico El Financiero

Agregue un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *