Tecnología ética

Mayo 23, 2016 - Noticias, Publicaciones

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Recientemente, La Nación publicó un artículo en el que Peter Singer hablaba sobre la ética y la inteligencia artificial ( “¿Puede la inteligencia artificial tener conducta ética?”, 16/4/2016). En él, Singer plantea algunas decisiones que un carro sin chofer podría tener que tomar, por ejemplo, entre atropellar un peatón o poner en peligro la vida de los pasajeros. Sin duda, alrededor de la nueva tecnología que se desarrolla a velocidad exponencial hay muchas preguntas difíciles.

Cuando un vehículo autónomo atropelle un chiquito, ¿qué va a pasar? ¿Se le habrá olvidado a la colectividad que antes morían miles en las carreteras? ¿De quién será la culpa: del dueño o del que programó el automóvil? La lista es larga y las preguntas difíciles. ¿Cómo vamos a reaccionar ante la posibilidad que tendrán los padres de “diseñar” el color de los ojos, la estatura, el tipo de pelo y hasta la inteligencia de sus hijos?

Ante preguntas éticas difíciles, siempre ha existido una tendencia a querer detener el desarrollo científico y tecnológico. Algunos países lo han hecho, y han logrado autoimponerse una importante desventaja competitiva, que luego deben intentar corregir, no siempre con buenos resultados.

Más tecnologías

Es un hecho que están, en estos momentos, entrando en producción tecnologías que crean valor y destruyen puestos de trabajo al mismo tiempo. No faltarán quienes pretendan bloquear o prohibir dichas tecnologías. Servicios tipo Uber, son un ejemplo.

En lugar de intentar detener estos servicios, las autoridades deben exigir que todo el transporte esté sustentado en tecnologías que permitan a los usuarios evaluar en tiempo real el servicio que utilizan y al que lo presta.

Los beneficios que dicha evaluación trae a la calidad del servicio son obvios, y si la idea detrás de la regulación de los servicios es velar por la calidad, resulta inexplicable que no lo hayan hecho.

Las tecnologías que nos permitan librarnos de la dependencia del petróleo son cada día más viables. La caída de los precios del crudo no logró detener el desarrollo e instalación de las alternativas amigables con el ambiente.

El petróleo es un bien escaso, la luz solar y el viento no lo son. Hoy es muy difícil argumentar la necesidad de permitir que el petróleo siga teniendo un papel preponderante en nuestro futuro energético.

En Costa Rica, estamos muy orgullosos de producir más del 90% de la electricidad con fuentes renovables, pero olvidamos que la electricidad es solo un 23% de la energía que consumimos.

Para los países productores, es mucho más difícil tomar la decisión de dejar el petróleo bajo tierra. Nosotros, en cambio, sabemos que entre más pronto lo dejemos, mejor.

Otras fuentes de energía

El transporte a base de electricidad ya pasó el umbral de costo y autonomía requeridos para su adopción masiva. Sin embargo, si le quitaran los impuestos, o incluso subsidiaran los vehículos eléctricos y tuviéramos a corto plazo decenas o centenas de miles de dichos vehículos, nuestro actual sistema eléctrico colapsaría.

Quitarnos la adicción al petróleo no será fácil ni será rápido, pero ese no es motivo para no hacerlo. Hay que decidir cómo quintuplicar la generación eléctrica (solar y eólica), cómo almacenar la energía intermitente (represas, baterías, hidrógeno u otros) y cómo hacer la transición de la flotilla vehicular.

Pero primero, como país, debemos ser muy explícitos en nuestra intención de dejar el mal hábito de quemar petróleo. Un ejemplo lo están dando en Holanda. Allá están discutiendo prohibir la venta de vehículos que emitan gases a partir del 2025.

Sustitución Me niego a creer que la decisión de abolir el petróleo requiera un referéndum, pues eliminar la dependencia en las importaciones que dañan el ambiente tiene sentido. Un punto álgido para aligerar esta decisión es el futuro de la refinadora que no refina.

Condenarla a morir al final del proceso no parece ser una buena idea (es como decirle a un futbolista que al final del campeonato lo vamos a despedir). Decidir entre cerrarla ya o ponerla a cargo de la migración del transporte a energías limpias no es fácil pero sí factible.

Obviamente, la decisión del país de escapar de las garras del petróleo afectará a muchos. Las tecnologías a nuestra disposición para hacerlo, al igual que muchas otras, crean valor y eliminan puestos de trabajo, al mismo tiempo.

Hacerlo de manera ordenada y con tiempo, creará mucho menos caos que hacerlo tarde, sin estar preparados y sin tener (ni poder evaluar) otras opciones.

Artículo publicado en el periódico La Nación

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