Tecnologías de producción y de consumo

Junio 13, 2016 - Noticias, Publicaciones

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Durante años, la tecnología fue utilizada estrictamente para producción. Empresas e instituciones siempre han estado dispuestas a invertir para aumentar la productividad y eficiencia. La tecnología de consumo es más reciente, empezó básicamente con los juguetes, algunos caros, pero todos juguetes. La idea de que la tecnología de consumo irrumpiera en el mercado corporativo o institucional era risible.

Hace ocho años apareció un computador lo suficientemente pequeño como para llevarlo en el bolsillo, y todo cambió. Como los demás computadores, este era capaz de correr toda clase de aplicaciones. La gran diferencia, sin embargo, es que este computadorcito traía una aplicación para hacer llamadas sin utilizar Internet. Esa aplicación, utilizando tecnología celular, llevó a que dicho dispositivo fuera conocido como “teléfono inteligente”.

La empresa de mayor valor de mercado del mundo hoy es un negocio de tecnología, pero no tiene una fuerza de ventas y aliados que atienden a directores y vicepresidentes de tecnología. Es una empresa de tecnología de consumo. A la rápida introducción de la tecnología de consumo al mundo corporativo e institucional le han llamado la “consumerización” de la tecnología.

Nueva tecnología

Al teléfono inteligente rápidamente le siguió la tableta, el reloj y toda suerte de dispositivos que se usan en la ropa ( wearables ), así como aparatos domésticos conectados. También tenemos vehículos conectados a Internet; además, hay sensores y actuadores muy baratos generando una enorme cantidad de datos, muy valiosos, pero que apenas empezamos a discernir cómo explotar. La tecnología muy nueva tiende a ser insegura y en ocasiones inestable. El mundo corporativo no la entiende, y como son juguetes, no es de su interés.

La velocidad exponencial con que se desarrolla y mejora la tecnología puede hacer que cuando las empresas e instituciones se den cuenta de la importancia de una nueva tecnología, ya sea muy tarde. Por ejemplo, en Costa Rica se venden varios cientos de miles de dólares anuales en cosas como procesadores, sensores y actuadores.

Los clientes son varios miles de makers, jóvenes que disfrutan haciendo cosas inteligentes, con dispositivos que pueden detectar el medio y reaccionar de manera automática haciendo cosas útiles (o al menos “chivas”). Mientras tanto, el mundo corporativo está a punto de ser sorprendido por la Internet de las cosas.

Ágil respuesta

La rápida adopción de nueva tecnología es una característica de las empresas y países más competitivos, pero no es sencillo ni indoloro. Para adoptar tecnología rápidamente hay que adaptar la organización a la tecnología y no al revés (como han aprendido muchos en carne propia). La complejidad de la tarea no es solo técnica, también hay que lidiar con la resistencia al cambio.

La adopción de tecnología de producción (bases de datos, sistemas integrados tipo ERP, sistemas de control industrial, analítica avanzada de datos, etc.) siempre ha sido compleja. Al agregarle la necesidad de estudiar y adoptar tecnologías de consumo se complica la trama por lo menos un orden de magnitud.

La facilidad y velocidad con que el país entero adoptó la tecnología celular podría ser un presagio de nuestra facilidad para adoptar la novedad. Pero en un ambiente de producción no es tan fácil. Empresas e instituciones tienen un apetito al riesgo mucho menor al que tenemos los individuos.

Transición paulatina

Una empresa no puede desechar tecnologías y procesos para introducir mejoras de la noche a la mañana –como si puede hacer uno con la red de la casa, las pantallas led o el gramofon–.

La cordura sugiere que la transición debe ser paulatina, el riesgo asociado con cambios tecnológicos tipo big bang está muy por encima del apetito al riesgo promedio. La transición paulatina implica vivir con tecnologías redundantes durante un tiempo. Puede requerir construir “andamios” que conecten los sistemas nuevos con los viejos e interfaces para integrar lo nuevo con lo viejo que no será sustituido.

Frecuentemente hay que migrar datos de otras tecnologías y formatos, hay que adaptar los procesos (eliminar intervención humana), hay que capacitar usuarios, comunicar muy claramente los cambios y hacerlo todo para el próximo lunes.

Obviamente, la adopción y adaptación de nuevas tecnologías tiende a aumentar la complejidad total de la organización, pero, dada la prisa, tendemos a aceptar eso, siempre y cuando no se vea. La complejidad debajo de la alfombra, para muchos, no importa. Pero la complejidad sí importa. Conforme crece la complejidad tecnológica de la organización, decrece la capacidad de adopción de nuevas tecnologías. Así, los más rápidos para adoptar nuevas tecnologías, eventualmente, terminan siendo los más lentos.

Desperdicio de datos

Tecnologías de consumo, como los “relojes” que cuentan pasos, miden el pulso cardíaco, el consumo de calorías, la calidad del sueño y cuanta cosa más se les ocurra (algunos hasta dan la hora), generan una enorme cantidad de información.

Esta información está actualmente siendo desaprovechada en la nube o el “teléfono inteligente” del dueño. Por otro lado, tenemos el expediente médico digital (tecnología de producción), que no pertenece a una institución o empresa, sino que pertenece al sistema nacional de salud.

Es necesario y urgente que estas dos tecnologías conversen. Los datos que genera la tecnología de consumo deben aprovecharse en el expediente médico de cada persona. Pero ¿quién le pone el cascabel al gato? Mientras pasa el tiempo, los datos se desperdician. No exageran los que dicen que los datos son el petróleo de este siglo.

Para complicar un poquito más la trama, tenemos cada vez más tecnologías novedosas, algunas no está claro si son de producción o de consumo. IBM Watson (computación cognitiva) está recomendando tratamientos oncológicos en un hospital de Nueva York, mientras Chef Watson (la misma tecnología) nos diseña inesperadas recetas culinarias.

Singularidad

Tratar a todas las tecnologías igual es un grave error. Las tecnologías diseñadas para el mercado de consumo no tienen las consideraciones de seguridad, disponibilidad y recuperación, requeridas en el mundo de las organizaciones.

A todas se les debe poner atención por igual, pero cada una debe ser tratada según sus capacidades. Debemos desarrollar criterio para decidir cuáles implementar de inmediato y cuáles dejar pasar, ya que son tantas que resulta imposible adoptarlas todas.

Por suerte, siempre hay una ventaja –aunque sea pura sugestión– en estar atrasados. Los que nunca tuvieron telefonía fija se la ahorraron y se fueron de una vez a la telefonía celular; los que nunca han tenido expediente médico digital podrán de una vez tener uno que cubra a todos los centros de salud, públicos y privados, y la totalidad de los datos recolectados por todos los medios.

Artículo publicado en el periódico La Nación

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